16 mayo 2006
Carabelas, pateras y cayucos
Resulta que las pateras y los cayucos no son carabelas, que aunque todas estas embarcaciones naveguen por el mar, no es idéntica su carga. Tiene más valor en la balanza portar un destino histórico, una raza, una religión, una ambición expansionista que el hambre de los empobrecidos del mundo y un deseo de una vida digna.
Para unos la aureola de la gloria y de la Historia con mayúscula, para otros el estigma de la ilegalidad y la delincuencia. El hambre apesta, nos vuelve menos desarrollados, enturbia nuestras pulcras ciudades. El hambre, terrible peste, de la que hay que defenderse con fronteras vigiladas por sofisticados medios, incluso por ejércitos.
Los pobres del mundo nos traen su peste y por ello no tienen derecho a la libertad de movimientos, no son los capitales ni los ejércitos capaces de llevar su misión histórica de civilización a inhóspitas y desagradecidas poblaciones.
Los liberales se olvidan de la Revolución Francesa, los americanos de su sacra Constitución que proclamaba el derecho a la libertad y la felicidad de todos los hombres. Entonces debe resultar que los derechos humanos no son para todos o que todos no merecemos los mismos derechos.
Luego están los que anuncian el Apocalipsis asociado al conflicto cultural, su discurso olvida sospechosamente que en el mundo hay un terrible problema de injusticia, de vil reparto de la riqueza. Una historia de poder y dominación, que diezma recursos naturales, poblaciones. Un historia de poder que compra gobiernos, fomenta guerras civiles, crea migraciones forzosas de miles de personas que tienen que huir para salvar sus vidas. El subdesarrollo no es un problema causado por los subdesarrollados, no es falta de Coeficiente Intelectual, ni de erróneas creencias como piensan algunos.
Lo más terrible es que es más fácil migrar inciertamente en un terrible cayuco o en una miserable patera, que pueden naufragar de la mano de Caronte, camino a la muerte, en la laguna Estigia, que poder cambiar algo el país en el que vives condenado a la miseria, a la falta de derechos, gobernado por oligarquías corruptas e inamovibles porque están sostenidas internacionalmente por espurios intereses económicos.
Parece que el sistema de poder y dominación necesita para sobrevivir la miseria de muchos, la condición de parias y trabajadores baratos sin derechos, excluidos de la ciudadanía de occidente. Es la misma historia. En la Grecia antigua la sociedad se dividía en ciudadanos y esclavos sin derechos, la democracia sólo pertenecía a los primeros, como en EEUU existieron los esclavos al lado de los nuevos ciudadanos libres. Los mismos que eran capaces de descubrir la necesidad de libertad y de derechos fueron capaces de negarlos a otros, por la razón de su origen.
Acompaño a este pequeño comentario fotografías de trabajadores españoles en Francia en la década de los sesenta. Levantan con el único patrimonio de sus manos limpias una estación de tren en el corazón de París, como hoy otras manos mestizas engrosan la maquinaria de otras economías y sus crecimientos aunque no se quiera decir abiertamente.
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2 comentarios:
Muros – visibles, invisibles – son crueles, separan, excluyen, quitan los horizontes...
Y me asusta sobremanera que se traten tantas cosas que van contra el sentido de humanidad como si fuesen cosas normales o simplemente necesarias... En tu reflexión, las cosas están en sus lugares, es decir, lo que es absurdo etico como absurdo etico. Cayucos no son carabelas.
Un abrazo,
Tania
Il semble que vous soyez un expert dans ce domaine, vos remarques sont tres interessantes, merci.
- Daniel
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