27 febrero 2006

Del tiempo



Tiempo vacío y tiempo lleno. Contrapunto. Tedio y pura vida encendida. Tiempo en el que me detuve sintiendo su peso. Tiempo en el que recobré el asombro. Ser y tiempo parecen unidos. El tiempo como la escritura del ser que deja su huella física y psíquica, deja sobre la piel la cicatriz de su fuego. El recuerdo es su forma y su contenido. Dolor del tiempo baldío y perdido. Espiral de las horas y los días que desata y germina proyectos, sueños, las pequeñas maravillas que nos dan su aliento. El tiempo es su papel en blanco, su posibilidad de horizonte, su tierra germinativa. La venda que cierra las heridas. La hora de trascendernos siempre tiene la forma de una cita, de una mañana esperada contra las horas muertas, eternas. Ese tiempo nuevo nos salva como una tabla inesperada a un naufrago.

Amar es ir haciendo un rastro abierto en el tiempo que deshace su sentido, deshace su fugacidad, su sombra, su incertidumbre. Su fruto es el tiempo que me culminó. Tiempo y ser quedan unidos, sujeto y acción. Haber sido en el pentagrama del tiempo, una música propia sin la premura de crecer demasiado pronto. Niño, adolescente que adolece la vida que llegará, adulto que llega a un puerto desconocido que no siente como propio, sino como otra inmensidad.

Lo cotidiano es gris y carcelario porque es tiempo vendido, nuestro tiempo hecho ajeno a nosotros mismos. La vida que nos robaron día a día. La impostura, el precio. La prisa es una violencia ejercida contra ese otro orden que es dar tiempo al tiempo.