Mário de Andrade
Desembarque de inmigrantes italianos en el puerto de Santos, São Paulo, 1907
Antonio
Cuando su hija nació le dio el nombre de Carmen, el mismo de la abuela que había dejado llorando su despedida. La pequeña parecía tener los ojos de la mujer andaluz, ojalá una igual sonrisa, una igual bondad. Díos mío, ¿cuántas veces había sentido el corazón apretado por no haber mirado por unos momentos más aquel viejo rostro? Pero a sus trece años la aventura del mar le seducía. Tenía prisa en cumplir el héroe que sentía dentro de sí. Atravesaría el océano, trabajaría sin descanso y sembraría una tierra extraña hasta lograr un pedazo para los suyos. Entonces a ninguno de sus seres queridos le faltaría de nuevo un trozo de pan.
Pedro y Ana
Pedro ya estaba decidido a volver a Portugal. Un error haber venido. Nada más que promesas falsas y la vida en aquella hacienda era una desilusión cerca de la esclavitud. Fue cuando conoció a Ana, con su vestido de flores y una alegría mulata incompresible. Ella le regaló una sonrisa de sueño y le dijo que era bonita su manera de hablar (y más, le confesó que hacía unos tiempos observaba de lejos sus ojos tristes, mirando el horizonte a cada atardecer...) Él escribió a sus parientes, los planes habían cambiado. Abandonaría la hacienda y intentaría vida nueva en la ciudad.
Koki
En las tardes de sábado solía ser visto en el centro cultural del barrio. Llegaba con pasos delicados de quien ya había caminado mucho. Entonces empezaba a sacar, desde dentro de un paquete, los origamis coloridos hechos durante la semana. Luego los niños se acercaban. Se encantaban mientras el anciano japonés les contaba leyendas de montañas heladas y de príncipes convertidos en estrellas. Por veces, cerraba sus ojos oblicuos y tarareaba una cantiga que parecía infantil. Cuando se le escapaba una lágrima leve y demorada.
Cuando nace un hombre
Angela Figuera Aymerich
Cuando nace un hombre
siempre es amanecer aunque en la alcoba
la noche pinte negros los cristales.
Cuando nace un hombre
hay un olor a pan recién cocido
por los pasillos de la casa;
en las paredes, los paisajes
huelen a mar y a hierba fresca
y los abuelos del retrato
vuelven la cara y se sonríen.
Cuando nace un hombre
florecen rosas imprevistas
en el jarrón de la consola
y aquellos pájaros bordados
en los cojines de la sala
silban y cantan como locos.
Cuando nace un hombre
todos los muertos de su sangre
llegan a verle y se comprueban
en el contorno de su boca.
Cuando nace un hombre
hay una estrella detenida
al mismo borde del tejado
y en un lejano monte o risco
brota un hilillo de agua nueva.
Cuando nace un hombre
todas las madres de este mundo
sienten calor en su regazo
y hasta los labios de las vírgenes
llega un sabor a miel y a beso.
Cuando nace un hombre
de los varones brotan chispas,
los viejos ponen ojos graves
y los muchachos atestiguan
el fuego alegre de sus venas.
Cuando nace un hombre
todos tenemos un hermano.
Notas:
Las ciudades son libros vivos, llenos de historias, que resultan de otras tantas historias. Esperan para ser contadas, basta con acercarnos de la gente con el corazón abierto... Y como São Paulo tiene una marca profunda de la inmigración, a menudo ellas empiezan, en un pasado no tan distante, más allá del mar... dibujando vidas que fueron aconteciendo dentro de tan diferentes paisajes (pero el lugar desde donde nacen la sonrisa y las lágrimas, es siempre el mismo...).
Las fotografías hacen parte del acervo del Memorial do Imigrante de São Paulo, antigua hospedería por donde, entre fines del siglo XIX y los años cuarenta, pasaron más de dos millones de inmigrantes, principalmente europeos, árabes y japoneses. Familias enteras que en su mayoría llegaron para trabajar en las haciendas de café. Trajeron sueños y esperanzas de una vida mejor. Sufrieron y se decepcionaron con las pésimas condiciones de vida y trabajo. Siguieron luchando y después de algun tiempo muchos abandonaron el campo y volvieron para la ciudad, transformándola profundamente, mezclando y cambiando costumbres, haciendo un mosaico cultural. Coincidiendo con el inicio de la industrialización en Brasil, fueron los inmigrantes que lideraron los primeros movimientos operarios y que resultaron en conquistas de mejores condiciones de trabajo.