23 febrero 2007

La aventura poética de María Zambrano

La verdad que pretende desvelar el espíritu creativo del esteta no es la verdad abstracta sino la más concreta y singular de las cosas que está contemplando o de las experiencias que está viviendo. Una verdad que, además, es aprehendida en todo su esplendor, gracias a que el artista, en su fundamental tarea contemplativa, se entrega a ella desde la integridad de su persona, poniendo a contribución de esta experiencia su mundo afectivo e imaginario, junto a la más fina e intensa percepción que le procuran los sentidos.

Antonio Blanch


I

De vez en cuando vuelvo a la obra de María Zambrano. Su pensamiento es un legado siempre vivo para la poesía y el pensamiento. El destino hizo que ella no tuviera discípulos en universidades que continuaran su labor por la propia tragedia de nuestro país. La misma suerte que corrieron otros muchos intelectuales fieles a la República. La España peregrina. La España del exilio.

Grosso modo, su propuesta filosófica es reconocer que la razón tras siglos de academicismos se había vuelto ciega para las otras razones que latían en las sombras y que eran también razones de vida no desveladas. Negadas, relegadas por una luz que quería ser unívoca y conducía a una extraña ceguera. La filosofía, aquel otro legado de los griegos que amaban la verdad por encima de todas las cosas, incluso de sus dioses en los que no creían demasiado, se había vuelto abstracta y de salón, incapaz de acción, incapaz de comprender y de hacer la vida. Con todo ello la filosofía había perdido esa dimensión que tuvo siempre de ser “camino y cauce de vida”.

La propuesta de María Zambrano es una razón “logos”, que siendo tal, es capaz de descender a las sombras y a los infiernos humanos para enamorarlos y rescatarlos, recobrando la unidad del hombre entre razón y pasión y teniendo en cuenta que los límites entre ambas son oscuros. (1)

María fundamentó una razón capaz de crear los vínculos que nos unen a nosotros mismos. Una razón que abraza su propia sombra, las otras razones que tiene la vida; que las asume, que no las niega. Razón amorosa y respetuosa, en todo caso:

“su verdad está entendida diversamente: no es la verdad excluyente, imperativa, que se deriva de aquello que va a eregirse en árbitro y dueño de toda realidad”. (María Zambrano)

Esa razón es también una razón creadora, es una razón que se llena de entrañas como su Antígona. Es una razón habitada por y para la esperanza porque se busca a sí misma. Es una razón poética, pero no por ilusoria, sino porque en la poesía se produce un viaje interior entre el borde de las palabras, porque la poesía es el reducto a otra luz que ilumina a la realidad no siendo jamás razón tecnológica, sino capaz de manifestar profundos lazos afectivos con lo que nos rodea y al hacerlo se unen razón y vida en una hermandad creadora.

II

Pero donde yo quiero poner el acento es en esa aventura que llevó a María a encontrar su razón ardiendo en la carne de la poesía:

“La poesía es un abrirse del ser hacia dentro y hacia fuera al mismo tiempo. Es un oír en el silencio y un ver en la obscuridad.......Es la salida de sí, un poseerse por haberse olvidado, un olvido por haberse ganado la renuncia total.....Olvido de sí que es despertar en lo que nos ha creado, en lo que nos sustenta.” (María Zambrano)

Si la poesía es una búsqueda y un saber a cerca del ser ¿Cabe, entonces, la posibilidad de una antropología poética?, porque ¿no es cada poeta un umbral donde se manifiesta su ser concreto, su época y también lo universal? ¿No es acaso una ventana abierta a las profundidades que nos habitan?:

“saca de la humillación del no ser a lo que él quiere [el poeta], saca de la nada a la nada misma, a la que da nombre y rostro....se afana, padece, estudia, para que todo lo que hay y lo que aún no hay llegue a ser”. (María Zambrano)

“Entonces la poesía es huida y búsqueda, requerimiento y espanto, un ir y volver, una llamar para rehuir, una angustia sin límites y un amor extendido........Porque no quiere su singularidad, sino la comunidad......Y para ello, se mantiene el poeta vacío, en disponibilidad, siempre....porque sólo cuando esa presencia llegue, llegarán con ella todas las demás, sólo con su plenitud y luz, cobrarán cuerpo y sentido las cosas.” (María Zambrano)

III

¿Es la poesía un saber basado en la vivencia y experiencia profunda de lo humano? ¿Puede encontrarse en los versos una especie de antropología poética? Hubo un intento en aquella obra de Gilbert Durand “Las estructuras antropológicas de lo imaginario” de darle un inicial cuerpo.

No sé responder ciertamente a estas cuestiones, sólo jugar con ellas y recurro a mis poetas preferidos para dibujar una posible respuesta en voz alta:

El delirio y el destino de los hombres entrevisto por Miguel Labordeta

He de caminar
y aún no sé
el nombre de la noche.

He de amar
y aún no sé
si la aventura
tiene un pretexto voraz
o es una rosa lastimada.

He de morir sin duda
y aún no sé si la llama fugitiva
se apaga adormecida para siempre
en el viento del vacío
u otra senda otro ensueño de luz
nos lleva de la mano
hacia delante.

Más allá
de ese viento vacío.

Los infiernos de lo humano, de los que hablaba María, vividos por otro poeta llamado Carlos Bousoño en el poema “El precio de la verdad”

En el desván antiguo de raída memoria,
detrás de la cuchara de palo con carcoma,
tras el vestuario viejo ha de encontrarse, o junto al muro
desconchado, en el polvo
de siglos. Ha de encontrarse acaso más allá del pálido gesto de una mano
vieja de algún mendigo, o en la ruina del alma
cuando ha cesado todo.
Yo me pregunto si es preciso el camino
polvoriento de la duda tenaz, el desaliento súbito
en la llanura estéril, bajo el sol de justicia,
la ruina de toda esperanza, el raído harapo del
miedo la desazón invencible a mitad del sendero que conduce al torreón
derruido.
Yo me pregunto si es preciso dejar el camino real
y tomar a la izquierda por el atajo y la trocha,
como si nada hubiera quedado atrás en la casa desierta.
Me pregunto si es preciso ir sin vacilación al horror de la noche,
penetrar el abismo, la boca del lobo,
caminar hacia atrás, de espaldas hacia la negación
o invertir la verdad, en el desolado camino.
O si más bien es preciso el sollozo de polvo en la confusión del verano
terrible, o en el trastornado amanecer del alcohol con trompetas de sueño
saberse de pronto absolutamente desiertos, o mejor,
es quizá necesario haberse perdido en el sucio trato del amor,
haber contratado en la sombra un ensueño,
comprado por precio una reminiscencia de luz, un encanto
de amanecer tras la colina, hacia el río.
Admito la posibilidad de que sea absolutamente preciso
haber descendido, al menos alguna vez, hasta el fondo del edificio oscuro,
haber bajado a tientas el peligro de la desvencijada escalera, que amenaza a
ceder a cada paso nuestro,
y haber penetrado al fin con valentía en la indignidad, en el sótano oscuro.
Haber visitado el lugar de la sombra,
el territorio de la ceniza, donde toda vileza reposa
junto a la telaraña paciente. Haberse avecinado en el polvo,
haberlo masticado con tenacidad en largas horas de sed
o de sueño. Haber respondido con valor o temeridad al silencio
o la pregunta postrera y haberse allí percatado y rehecho.
Es necesario haberse entendido con la malhechora verdad
que nos asalta en plena noche y nos devela de pronto y nos roba
hasta el último céntimo. Haber mendigado después largos días
por los barrios más bajos de uno mismo, sin esperanza de recuperar lo perdido,
y al fin, desposeídos, haber continuado el camino sincero y entrado en la noche absoluta con valor todavía.

La aurora o el tempo después de los infiernos de la Zambrano, (porque “no hay infierno que no sea la entraña de algún cielo”) en el poema de Octavio Paz, el cántaro roto (fragmento)

...Hay que dormir con los ojos abiertos, hay que soñar con las manos,
soñemos sueños activos de río buscando su cauce, sueños de sol soñando sus mundos,
hay que soñar en voz alta, hay que cantar hasta que el canto eche raíces, tronco, ramas, pájaros, astros,
cantar hasta que el sueño engendre y brote del costado del dormido la espiga roja de la resurrección,
el agua de la mujer, el manantial para beber y mirarse y reconocerse y recobrarse,
el manantial para saberse hombre, el agua que habla a solas en la noche y nos llama con nuestro nombre,
el manantial de las palabras para decir yo, tú, él, nosotros, bajo el gran árbol viviente estatua de la lluvia,
para decir los pronombres hermosos y reconocernos y ser fieles a nuestros nombres
hay que soñar hacia atrás, hacia la fuente, hay que remar siglos arriba,
más allá de la infancia, más allá del comienzo, más allá de las aguas del bautismo,
echar abajo las paredes entre el hombre y el hombre, juntar de nuevo lo que fue separado,
vida y muerte no son mundos contrarios, somos un solo tallo con dos flores gemelas,
hay que desenterrar la palabra perdida, soñar hacia dentro y también hacia afuera,
descifrar el tatuaje de la noche y mirar cara a cara al mediodía y arrancarle su máscara,
bañarse en luz solar y comer los frutos nocturnos, deletrear la escritura del astro y la del río,
recordar lo que dicen la sangre y la marea, la tierra y el cuerpo, volver al punto de partida,
ni adentro ni afuera, ni arriba ni abajo, al cruce de caminos, adonde empiezan los caminos,
porque la luz canta con un rumor de agua, con un rumor de follaje canta el agua
y el alba está cargada de frutos, el día y la noche reconciliados fluyen como un río manso,
el día y la noche se acarician largamente como un hombre y una mujer enamorados,
como un solo río interminable bajo arcos de siglos fluyen las estaciones y los hombres,
hacia allá, al centro vivo del origen, más allá de fin y comienzo
.

IV

Y el pensamiento de María resulta una piedra arrojada a un estanque que provoca un movimiento ondulatorio, un preámbulo, una invitación a pensar y vivenciar, y a sondear muchas cuestiones.

¿Puede haber una razón enamorada (razón poética)? ¿La razón es aséptica por definición? ¿Amar es la verdadera puerta del conocimiento? ¿Si no amas te pierdes un conocimiento más profundo y personal (que te pertenece y te está esperando en la esquina) de la realidad que nos atañe?

La razón enamorada en la antigüedad tuvo nombre de dios, Orfeo. Hoy conozco a otros Orfeos que deambulan por el mundo.

Orfeo postmoderno, por la mañana es oficinista para ganarse el pan y por las noches saxofonista amateur en un tugurio de madrugada. Su música encandila y tiene como todo una historia oculta de la que acaso extrae su poder. Orfeo llora con su saxo, sin que nadie apenas se dé cuenta. Él vive enamorado de una mujer que hoy se encuentra internada en un psiquiátrico, como consecuencia de la mordedura reiterada de otra serpiente, con nombre simulado de caballo. Todos los domingos Orfeo acude a visitarla y no le importaría, como en el mito, sumergirse en cualquier infierno para devolverla a su condición de ser humano con quien pasear los domingos y conversar de las cosas leves, de las alegrías y los dolores de la existencia. Y habita ese infierno con ella, donde ella vive en su mente... y oye entre las sombras las otras razones que la vida tiene, oye el delirio de la vida herida, y sus manos por unos instantes semanales contienen el rostro de ella, en una caricia que tiene mucho de ternura.

Orfeo ecologista ¿qué no daría por salvar a su amada Demeter del reino de Hades y de los especuladores?.... Y su fe inquebrantable y su pequeña razón enamorada le sirve para desenmascarar los verdaderos fines de una economía del despilfarro que no es justa para todos los hombres ni para el sustrato de la vida biológica.

Orfeo, el músico poeta de la antigüedad, el divulgador de una teología pagana, venido al presente obedece a su razón enamorada y al hacerlo desobedece las otras razones que hoy no pasan de ser reducto de oscuros intereses si no sirven a la vida de verdad.

¿No se trataría de dilucidar que hay detrás de las razones como si fueran las máscaras del teatro griego que ocultaban algo más, la voz de otros dioses? ¿qué historia de amor o de lo contrario hay en la razón tecnológica que nos lleva ciegamente al desastre o en el “pensamiento único” que excluye otras posibilidades de construir la existencia común?

Y al final lo que tengo claro es que la vida nos atañe a cado uno y no debemos delegarla en nadie, en ella pensar es abrir el cauce de nuestro propio existir para transitarlo en un acorde con nosotros mismos. Pensar y sentir. Sentir y pensar para hacer. El encuentro único e intransferible con nuestro delirio, con nuestra verdad, con nuestro infierno y nuestra aurora. Encuentro creador en todo caso de lo que será y es nuestro existir.

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(1) En realidad, lo que nos propone María Zambrano era muy similar a lo que hizo Freud con su “cura a través de la palabra”. Y donde el psicoanalista encarnaría a esa razón que se sumerge en los infiernos donde anda atrapada la subjetividad del paciente. Freud descubrió que la cura no podía ser racional- intelectual sino una experiencia emocional vivida y elaborada cuando se topó con la transferencia. Ello le permitió tener un acceso a las entrañas del hombre nunca hasta entonces posible. El paciente volvía a su infancia. El hombre era capaz de regresión emocional, de retroprogresión. Atrás, a su propio infierno para poder continuar su camino “libre de”, “libre para”.

- Los textos utilizados de María pertenecen a sus obras Filosofía y poesía, Notas de un método y Claros del bosque.­­­­­­­­­­­­

12 febrero 2007

Coisas do sol e uma carta de amor


¡VE hacia él! ¡Feliz carta! Dile-
Dile la página que no escribí;
Dile que sólo puse la sintaxis,
Y dejé fuera el verbo y el pronombre.
Dile cómo se apresuraron los dedos
Luego cómo vadearon, despacio, despacio, despacio;
Y deseaste tener ojos en tus páginas,
Para poder ver qué los movía así.


Emily Dickinson




Era uno de esos días preciosos, cuando después un largo tiempo de lluvias y nubes pesadas, sin más el sol decide regresar con todo su esplendor. Seguro que esto suena repetitivo, pero quien vive en São Paulo sabe bien valorar un día soleado, ya que son muchos los tiempos mojados al largo del año. Y si esa luminosidad llega justo el fin de semana, concede una manera de regalo al aire y la gente tiene ganas de cantar, quitar de las espaldas las penas del cotidiano, sustituir los pasos apresurados por un andar demorado en busca de parques, calles y otros rincones que, pese a todo caos urbano, lograron guardar sus encantos. Era un día así, la gente queriendo vivir y convivir, la música en el aire y la poesía paseando en tren...

Ella, la poesía, empezó a mostrarse en la mirada que atravesaba la ventanilla del tren y se perdía, como encantada, en algun lugar más allá del paisaje suburbano bañado de sol. Un hombre, sentado en un banco cualquier de un vagón cualquier, las manos posadas sobre un libro, los ojos sonriendo al infinito... hasta un momento en que su atención se volvió al libro y, desde dentro de sus páginas, sacó un sobre, y desde el sobre, una carta. De ahí que envueltos por la canción del tren en su caminar, el hombre, su carta y la emoción de sus ojos dieron forma a un cuadro lírico. No hay como no enternecerse al ver una persona leyendo una carta, imaginar alguien escribiendo en soledad palabras de afecto, después caminando hacia la oficina de los correos, comprando sellos, la carta y los sentimientos viajando tal vez muchos días hasta ser recibida con felicidad, tal vez sorpresa, por otro alguien...

Pasaron dos estaciones, la carta leída y releída, se acercaba la Luz, la última parada. Por eso el hombre dobló aquella hoja de papel, la puso con cuidado dentro del sobre y cuando iba a guardarla dentro del libro se dio cuenta del silencio y del pequeño público que le acompañaba los gestos... Los que le miraban, sorprendidos invadiendo la intimidad de aquel momento, también se desconcertaron... Él podría sentirse molestado, protestar, lanzarles una mirada de reproche o cosa parecida. Pero no foi lo que sucedió. Tras un momento de cierta timidez, miró de nuevo alrededor, abrió una sonrisa sincera y les dijo: “Bueno, yo estaba con cara de tonto ¿no?... resulta que estoy feliz, es una carta de amor...”.

El tren paró y todos se levantaron. Había un aire de complicidad y una sonrisa tierna en muchas caras. Algunos señales de “chao” o “hasta luego” antes de cada uno seguir su camino. El hombre y su carta de amor, así como todos los demás, desaparecieron entre la muchedumbre.

*****

La traducción del poema es de Beatriz Alonso, de Cartas Sin Sellos, la muy hermosa página que hace más de 6 años se dedica a publicar fotos de vida en forma cartas, enviadas desde cualquier parte del mundo... ¡No dejéis de visitarla!

Aun sobre el tema de las cartas, un cierto poeta de nombre Juan ha publicado en esta casa unas cosas muy preciosas (¡ah!, como si esto fuera alguna novedad...), para verlas o reverlas haz un clic aquí y aquí.

(Imagen tomada del libro “Correspondências”, de Clarice Lispector, Editora Rocco)

02 febrero 2007

Exposición"Mujeres de este Mundo", difúndela



Del 15 al 23 de febrero (6 a 11 de la tarde-noche), se llevará a cabo la exposición en la que participan l@s siguientes artistas:

Alejandro Gómez, Alejandro Plaza, Álvaro Blasco da Silva,
César Sanz Marcos, Concha Ortega, Cristina Candel,
Diego López Calvín, Elvira Megías Quirós, Eva Peñuela,
Fernado García Ortega, Francis Tsang, Guillermo Latorre Plaza,
Isabel Muñoz, Javier Hergueta, Jesús Pastor,
Joan Guerrero, Jose Ignacio Latorre Macarrón, Jose P. Gegúndez,
Juan Bautista Morán, Leticia Ruifernández, Marisa Vico Nieto,
Mercé González, Miriam Tello, Miriam Toledo,
Natalia Sancha, Olga Latorre Cristóbal, Rafa Sámano,
Roberto Villagraz, Teresa Buberos Andrés, Yamina Sanz.

Quienes han donado su obra para que sea subastada a favor de la Asociación Mujeres del Mundo, para su proyecto de mujeres en Salvador de Bahía (Brasil).

El acto de inauguración+ subasta se llevará a cabo el día 15 de febrero a las 8,30 de la tarde en LA BOCA Espacio de Cultura. C/ Argumosa, 11 Madrid (metro Lavapiés).

La subasta será dirigida por David Monge y Belén Gordillo, actores.

Además habrá actuaciones musicales

También se podrán adquirir bonos para proyectos de 5, 10, 20 y 30 €.

Todos los que queráis acudir, estáis ya invitados.