Inspiración


"la imagen es la realidad del mundo invisible”
José Lezama Lima



El mar y su escritura

Como una estrella resplandeciente
el canto en los ardidos del poeta.
Desnuda la ciudad mágica de la bruma,
su palabra remonta
anegando los vientos con verdades distintas.
Allí crece la ingrávida aureola,
los jubilosos signos y sus pájaros.
Todo el delirio verde de sus constelaciones
enraizado en mitad del firmamento,
como un solo árbol que cubriese el cosmos,
el árbol visionario del idioma.
El poeta es el mar frente a la nada,
frente a la nada del papel escribe
para eregir un mundo fundado en imágenes,
un castillo movido por la brisa y el sueño,
un oleaje en su festín de espumas,
en donde se sumerja la luz de los delfines
y afloren sosegados o vehementes
estos racimos de oro del crepúsculo.
Aquí se instala en la alta crestería
de manzanos fugaces y líquidos topacios,
no sólo en la ebriedad de su celeste vértigo,
también en la conciencia de ver ahora el mundo,
con el intenso vuelo
de la imaginación en la palabra.
El mar y su escritura depositan
como una rosa verde de agua y fuego
los más bellos secretos en nuestras manos ávidas.

Justo Jorge Padrón








MENSAJE

Amigos, no preguntéis a la gozosa mañana
por qué el sol intangible da su fuerza a los hombres.
Bebed su claro don, su lucidez en la sombra,
en los brazos amantes de ese azul inspirado,
y abrid los ojos sobre la belleza del mar, como del amor,
ebrios de luz sobre la hermosa vida,
mientras cantan los pájaros su mensaje infinito
y hay un presentimiento de espuma en vuestras frentes
y un rapto de deseo en los aires dichosos,
que como labios dulces trémulamente asedian.
Vosotros venís de la remota montaña,
quieta montaña de majestad velada,
pero no ignoráis la luz, porque en los ojos nace
cada mañana el mar con su azul intocable,
su inmarcesible brío luminoso y clamante,
palabra entera que un universo grita
mientras besa a la tierra con perdidas espumas.
Recogiendo del aire una voz, un deseo,
un misterio que una mano
quizá asiera un día entre un vuelo de pájaros,
contempláis el amor, cósmico afán del hombre,
y esa fragante plenitud de la tierra
donde árboles colmados de primavera urgente
dan su luz o sus pomas a unos labios sedientos.
Mirad el vasto coro de las nubes,
alertas sobre el mar,
enardecidas reflejar el mensaje
de un sol de junio que abrasado convoca
a una sangre común con su luz despiadada.

Embebed en vuestra cabellera
el rojo ardor de los besos inmensos
que se deshacen salpicados de brillos,
y destelle otra vez, y siempre,
en vuestros ojos el verde piafador de las playas,
donde un galope oculto de mar rompe en espumas.

Besad la arena, acaso eco del sol,
caliente a vino, a celeste mensaje,
licor de luz que en los labios chorrea
y transtorna en la ebria lucidez a las almas,
veladoras después en la noche de estrellas.
¡Ah! Amigos, arrojad lejos, sin mirar,
los artefactos tristes,
tristes ropas, palabras, palos ciegos, metales,
y desnudos de majestad y pureza
frente al grito del mundo,
lanzad el cuerpo al abismo de la mar,
de la luz, de la dicha inviolada,
mientras el universo, ascua pura y final, se consume.


VICENTE ALEIXANDRE






"También creo que necesitamos hacer posible que los escritores y escritoras pongan nombre no sólo a las formas y los caminos de sus mundos vividos, sino también a los problemas y las dificultades que los han detenido o silenciado en algún momento. 


Tenemos que darles de algún modo la posibilidad de que transmuten esos problemas hasta convertirlos en conmociones que tengan que explicar y que desarrollen en su interior (en el de cada uno de ellos y ellas) la capacidad de conmocionarse. La alternativa podría ser la inmersión en lo cotidiano o, incluso, en la desesperación. Recuerdo lo que escribió Tillie Olsen a propósito de “los silencios ocultos; el trabajo abortado, postergado, negado...escondido tras el trabajo que no llega a concretarse”. Luego pienso (y puede que esté aprendiéndolo aún mejor al redactar este capítulo) en lo desapercibidos que para tantos maestros han pasado los silencios de los estudiantes y en cómo se pueden vencer dichos silencios si somos capaces de liberar a nuestros alumnos y alumnas para que escriban.

Tengo la impresión de que no es casualidad que cuando en alguien se acrecienta el interés por la escritura (por instituir el “ataque a lo inarticulado” del que hablaba Eliot), éste se vea acompañado de un interés filosófico por la vida como narración. Alaisdair MacIntyre conectó la concepción misma de la identidad personal con la idea de narración. Según escribió, la narración de la vida de cualquier persona “forma parte de un conjunto entrelazado de narraciones”, mientras que la unidad de la vida humana es “la unidad de un búsqueda narrativa”. Más recientemente, Charles Taylor ha relacionado esa misma búsqueda con la orientación hacia el bien mientras tratamos de determinar nuestro lugar y la dirección de nuestra vida con respecto a ese bien. Pero sería quizás posible empezar desde un punto distinto: precisamente porque tenemos que determinar nuestro lugar con relación al bien, no podemos estar sin orientarnos hacia él y, por tanto, debemos ver nuestra vida en forma de relato o historia. Taylor, como muchos de quienes enseñamos, se interesa por el problema de la agencia humana en una época de abundante impotencia y reconexión, en la que estamos atrapados en tecnificaciones de toda índole. Ni él ni MacIntyre forman parte de ningún writing project, pero su interés (como parte de un interés filosófico más amplio) por el lenguaje, el diálogo, la conversación, la narrativa, el relato y la búsqueda está directamente relacionado con nuestra búsqueda de autocreación entre los individuos en mundos de experiencia potencialmente compartida.

Aprender a escribir es una forma de aprender a hacer añicos los silencios, de crear sentido, de aprender a aprender."

Maxine Greene, Liberar la imaginación







"En alguna parte Morelli procuraba justificar sus incoherencias narrativas, sosteniendo que la vida de los otros, tal como nos llega en la llamada realidad, no es cine sino fotografía, es decir que no podemos aprehender la acción sino tan sólo sus fragmentos eleáticamente recortados. No hay más que los momentos en que estamos con ese otro cuya vida creemos entender, o cuando nos hablan de él, o cuando él nos cuenta lo que le ha pasado o proyecta ante nosotros lo que tiene intención de hacer. Al final queda un álbum de fotos, de instantes fijos; jamás el devenir realizándose ante nosotros, el paso del ayer al hoy, la primera aguja del olvido en el recuerdo. Por eso no tenía nada de extraño que él hablara de sus personajes en la forma más espasmódica imaginable; dar coherencia a la serie de fotos para que pasaran a ser cine ..... significaba rellenar con literatura, presunciones, hipótesis e invenciones los hiatos entre una y otra foto. A veces las fotos mostraban una espalda, una mano apoyada en una puerta, el final de un paseo por el campo, la boca que se abre para gritar, unos zapatos en el ropero, personas andando por el Champ de Mars, una estampilla usada, el olor de Ma Griffe, cosas así. Morelli pensaba que la vivencia de esas fotos, que procura presentar con toda la cuidad posible, debía poner al lector en condiciones de aventurarse, de participar casi en el destino de sus personajes. Lo que él iba sabiendo de ellos por vía imaginativa, se concretaba inmediatamente en acción, sin ningún artificio destinado a integrarlo en lo ya escrito o por escribir. Los puentes entre una y otra instancia de esas vidas tan vagas y poco caracterizadas, debería presumirlos o inventarles el lector, desde la manera de peinarse, si Morelli no la mencionaba, hasta las razones de una conducta o una inconducta, si parecía insólita o excéntrica. El libro debía ser como esos dibujos que proponen los psicólogos de la Gestalt, y así ciertas líneas inducirían al observador a trazar imaginativamente las que cerraban la figura. Pero a veces las líneas ausentes eran las más importantes, las únicas que realmente contaban. La coquetería y la petulancia de Morelli en este terreno no tenían límite."



RAYUELA
JULIO CORTÁZAR





Elegía didáctica 
Piensa en las muchachas muertas que entregaron a la tierra un secreto ardientemente ambicionado por los hombres,
y en los estudiantes que aman a sus vecinas jóvenes con mayor pureza que sus amantes en las grandes oscuridades de la ciudad.
Piensa en los niños que jamás pudieron bañarse en el mar y siempre sueñan en ahogamientos,
y en las prostitutas pobres que después de que partieron sus hombres corren hacia el fondo de las fincas y casi desnudas se entregan a lo inefable.
Piensa en todos los que se marcharon, guiándose por las estrellas,
y en los que murieron lejos de las familias que los detestaban.
Piensa en los que se entregaron a la muerte seguros de que ninguna lágrima resplandecería en la fulgurante unidad de los rostros amados.
Piensa en los que jamás oyeron una declaración de amor,
y en los pobres que no conocieron el placer destructor de posesiones duraderas.
Piensa en la lluvia, cayendo sobre los huertos hipotecados,
y en los frutos de las granjas acariciados por la euforia del sol del verano.
Piensa en los caminos intransitables a la oferta de los viajes,
y en las personas que van a morir escuchando el viento.
Trata de recordar los extraños amigos de tu adolescencia,
y de recibir en el fondo de tu memoria las voces que silenciosamente se prepararon en tu corazón,
durante los años en que no te poseía la certeza de estar cantando.
Acepta la poderosa ira en las palabras que se rehúsan a tu ardiente llamado,
y abre los ojos hacia un domingo
que concentre la esperanza de todos los días.
Piensa en las hogueras de tu niñez, que anualmente vuelven a arder en tu memoria,
y en aquellas que misteriosamente murieron cuando se disponían a retornar.
Piensa en los que van a nacer muy cerca del final de tu noche,
y en los hombres que creyeron poseer la serenidad matinal de los árboles
y estuvieron caminando junto al océano largas tardes.
Piensa en los cielos que diariamente se abren a los aviones
y en las mujeres extranjeras que cierta noche viste y que aparecen en tus sueños.
Piensa en los adolescentes incomprendidos por los padres
que inútilmente aguardan que una mujer los llame,
y en los libros jamás hojeados y en las lámparas no encendidas.
Piensa en las ventanas que siempre dan al interior y cuyo mayor deseo sería abrirse ante el mar,
y en la mirada de los niños abandonados al amanecer en la puerta de los hospicios.
Piensa en las parturientas fallecidas en las mesas de los hospitales,
lejos de los maridos que no las amaban y que secretamente desearon su desaparición.
Piensa en los perros indeseables llevados por los camiones
y en los artistas populares, violentamente transfigurados por la inspiracion
de una samba que millones de bocas cantaron durante el carnaval.
Piensa después en los versos que aparecieron en tus sueños
y que al brotar la aurora se reunieron con las nubes.
Piensa en las lavanderas cantando al sol de las colinas,
y en los cuadros de museos jamás visitados.
Piensa en las bocas que nunca dominaron la voluptuosidad salvaje de otras bocas
y fueron envejeciendo como frutos intocables.
Piensa en los corazones que en cierto momento se sintieron traspasados por la luz del cielo
y pasaron en la oscuridad irreparable el resto de sus días.
Piensa en los desaparecidos cuyos retratos espantosos salen en la última edición de los diarios vespertinos
y en los suicidas que no dejaron cartas por falta de papel y lápiz.
Piensa en las ciudades que amanecieron sombrías ante los ojos de viajeros sedientos de claridad,
y en las calzadas donde nadie pasa durante la madrugada.
Piensa en los túneles, oscuros caminos abiertos al Más allá,
y en las escaleras que jamás condujeron a alguno a la gloria y el poder.
Piensa en las camas sucias de las pensiones dudosas,
Y en los viejos que siempre esperan el sueño llamado muerte.
Piensa en los relojes que no marcan el día radiante,
y en las bestias muertas de sed, abandonadas en lo oscuro por la propia naturaleza.
Piensa en los niños que ignoran la dádiva efímera de los finales de diciembre,
y en los objetos perdidos en la arena de las playas durante los días de campo.
Piensa en las puertas que nunca se abrieron para recibir un huésped,
y en los riachuelos infectos que quisieran ser el abrigo azul de los veleros y de los yates.
Piensa en las manos que siempre rehusaron limosnas,
y en las muchachas que sus amantes depravan sin piedad alguna.
Piensa después en la hiedra que se abraza a las casas antiguas, en una caricia sofocante,
y en los niños de los viejos tiempos, que nada sabían del Mañana.
Piensa en las grandes mareas que escuchan entre las rocas el grito mudo de las alboradas,
y en los ojos de los ciegos que sorben el agua clara de la música de organillos.
Piensa en los muertos, principalmente en los desconocidos
muertos de guerra, que quedaron en cementerios ilocalizables,
y piensa en los vivos que ignoran los cementerios donde reposarán un día.
Oh, piensa en tu infancia convertida en pláticas, vientos y árboles de mango explotando bajo el sol,
y en los senos de las mujeres que envejecen sin notarlo,
y piensa también en los cuerpos de esas mujeres, destruidos inflexiblemente sin que tu mirada los llame.
Piensa en tus padres, que confiaron en ti cuando apenas eras silencio,
y jamás te imaginaron poseído por el arrobamiento de un verso.
Piensa en tus hermanos, en tu casa durante los domingos,
y en el patio de los colegios donde despertaste para siempre jamás.
Piensa en las muchachas inaccesibles de tu antigua calle,
en los gritos que oíste de gargantas desconocidas,
y en las voces que eran claras incluso bajo tempestades.

Piensa en todo y en todos, sin temer que te asalte el miedo que nace por que se acrecienta el pasado.
Piensa en todo y en todos, y después que los recuerdos se hayan ido
volando como los pájaros y las hojas, la arena y las voces,
lleno de confianza en la vida y en el mundo,
sintiéndote unido a todos los hombres y todas las cosas,
inclínate sobre el cuerpo de la mujer a quien amas
o despierta a la alegría triunfal de un solo verso.


Lêdo Ivo