24 febrero 2008

Pequeno passeio pela obra de Julio-Saúl Dias


I – Versos de Saúl Dias

A tarde cai,
silenciosa,
morosa...

Na alma do poeta,
o poema,
estranha rosa
rubra e preta,
abre...

[O poema]
Só porque me sorriste
nessa tarde
o sol inundou a cidade.

E no meio do asfalto,
entre o rumor dos táxis,
surgiram de repente
árvores agrestes cheias de flores e pássaros.

[Só porque me sorriste]

Um beijo
talvez não.
Apenas
uma reza
murmurada baixinho
ante os teus lábios.

[Reza]

Que suavidade no meu peito se instala
e aquieta o meu coração!
Que música distante, que perdão
o ecoar em mim da tua fala!

[Soneto desconforme]

Tantas horas a querer
pendurar um poema
numa estrela...

[Tão longe a estrela]


II - “O Poeta”, de Julio

Notas:
Júlio Maria dos Reis Pereira (1902-1983), poeta del movimiento llamado “Presença” en Portugal, firmaba sus pinturas y dibujos como Julio, sus poemas como Saúl Dias. Dejó una obra lírica y, en las palabras de su hermano, el también poeta José Régio, que refleja su íntima ternura.
Las imágenes foram tomadas del libro “30 desenhos da série Poeta,, Julio” (Editora Imprensa Nacional, Porto, 1983).

10 febrero 2008

Das cartas que nunca chegam


Por más de veinte años fue cartero en aquella ciudad. Se orgullaba mucho, una carta es una de las cosas más bellas que se puede recibir en la vida - y que él fuese el mensajero de tan precioso regalo, era un honor. Por eso ahora, ya hace tanto jubilado, seguía recorriendo caminos antiguos, cultivando saudades. Aprovechaba el sol delicado de las mañanas, los barrios que no habían perdido el aire de interior y todavía guardaban sus casas antiguas, patios con jardines y árboles de frutos. Iba despacio, saludando a la gente, admirando los niños en alegría, los pájaros en fiesta. Y era feliz secretamente a cada vez que reconocía alguien para quien, en otros tiempos, había entregado al menos un sencillo sobre, tesoro de papel y palabras, de sonrisas y lágrimas. No, ni el teléfono ni el ordenador podían sustituir los sentimientos guardados en una carta.
Y en esos paseos, casi siempre se detenia, emocionado, delante de una casa verde. Antaño era blanca, lo recordaba bien - sí, con flores rosadas en las ventanas y una campana de viento colgada en el viejo árbol de mangos. Allí, durante años, vivió una mujer de ojos tan azules que era como si el cielo entero habitara su alma. Daba clases de piano y todas las mañanas se escuchaban sus jóvenes alumnos tocando las repetidas lecciones. Pero cuando él pasaba por aquella calle, casi a las cinco de la tarde, ya todo era silencio. La mujer se asomaba a la ventana y le saludaba tristemente: para ella, nunca había una carta. Era ahí donde su oficio le dolía, tener las manos vacías ante una espera tan grande. Pues entonces él pasaba y ella volvía al piano para llamar la noche. Tocaba y su música se derramaba por el aire. Los corazones se inundaban en tristeza y ternura. El sol, conmovido, dibujaba en el cielo sus acuarelas de fuego y se iba a dormir, detrás de las montañas.


JORGE CARROL
Espero cartas

Espero cartas que nunca llegan...
Espero milagros todas las mañanas.
Pequeños y definitivos mensajes que cambiarán el rumbo de mi vida.
Todas las mañanas voy al correo en busca de cartas que nunca llegan.
Y todas las mañanas regreso a la Eterna Espera de cartas que nunca llegan,
ni nunca seguramente llegarán...
Mas sin embargo sigo esperando cartas, por que si no las esperara,
¿demonios, qué haría?
*

JUAN GELMAN
Carta

Te escribo en una hojita de papel
caída del cuaderno del hijo
con una vaca un burro
sumas restas
esta carta que te enviaré jamás
tiene delicias y tristezas
y cuando la leías
te ponías muy dulce
porque yo no escribía nada
pero cantaban los pájaros
azules de la izquierda
volaban a tu sombra y callaban
con los ojos abiertos
como memorias en la noche
*

JUAN GONZALO ROSE
Las cartas secuestradas

Tengo en el alma una baranda en sombras.
A ella diariamente me asomo, matutino,
a preguntar si no ha llegado carta;
y cuántas veces
la tristeza celebra con mi rostro
sus óperas de nada.

Una carta.

Que me escriba una carta quien me hizo
los ojos negros y la letra gótica,
que me escriba una carta aquella amiga
analfabeta de pasión cristiana;
duraznos de mi tierra: que me escriban,
vientos los de mi rambla: que me escriban,
y redacte una carta pequeñita
mi hermana abecedaria y pensativa.

Muertos los de mi infancia
que se fueron
dormidos entre el humo de las flores,
novias que se marcharon
bajo un farol diciendo eternidades,
amigos hasta el vino torturado:
¿no hay una carta para Juan Gonzalo?

Si no fuera poeta, expresidiario,
extranjero hasta el colmo de la gracia,
descubridor de calles en la noche,
coleccionista de apellidos pálidos:
quisiera ser cartero de los tristes
para que ellos bendigan mis zapatos.

El día que me muera ¿en una piedra?
el día que navegue ¿en una cama?
desgarren mi camisa y en el pecho
¡manos sobrevivientes que me amaron!
entierren una carta.
*


Notas:
1. Las imagenes son detalles de una carta de Clarice Lispector, tomadas del libro “Correspondências, Clarice Lispector” (Ed. Rocco, Rio de Janeiro, 2002).
2. Beatriz (Cartas sin sellos) nos ha regalado una hermosa banda sonora para acompañar esta entrada (gracias!). Haced un clic para escucharla en: The Beatles - Please Mr. Postman (Por favor, señor cartero, mire y vea, si hay una carta en su saca para mí. Por favor, señor cartero....)