24 enero 2006

Querido "viejo profesor"



Ahora que se cumplen 20 años de la muerte de Enrique Tierno Galván, me ha parecido que el mejor homenaje que podía hacerle es colgar estos archivos sonoros que conservo junto a otros desde hace tiempo y así compartirlos, para que quién quiera pueda conocerle o recordarle en su propia voz, y que su historia y sus ideas estén también en Internet.

El primer documento es una semblanza radiofónica que fue emitida en Radio Nacional de España el 25-1-86, en el programa “Madrid me mima”, está hecha a modo de recopilación de muchas entrevistas y con ellas se construye una pequeña biografía.

El segundo documento es un discurso en el que puede conocerse su ideario político, es un disco vinilo que se publicó en el año 1977, dentro de una serie dedicada a los partidos políticos. Por cierto, no es cierto que en su partido no militara ningún obrero o sólo uno o dos, como viene a afirmar Victoria Prego en un artículo reciente. Es cierto que no era un partido de masas, pero en sus filas militaban obreros, incluso cuadros de CC.OO que se sentían más libres en un pequeño partido que entonces no se regía por el centralismo democrático de los partidos comunistas.

Ideario político


Estos días se han afirmado muchas cosas, por ejemplo que su ambición era ser el presidente de una III República ¿Cómo se explica entonces que fue uno de los que tuvieron claro que la transición de la dictadura a la democracia podría venir de la instauración de una monarquía parlamentaria y de ahí su acercamiento a la figura de D. Juan, junto a otros políticos?


Si su ambición era tan desmedida como dicen algunos, por qué no contar el final del PSP (Partido Socialista del Interior en plena dictadura), donde él era el que quería quedarse e iniciar lo que llamaría la "travesía por el desierto" frente a muchos que abandonaron el barco que se hundía en un caladero sin votos por un puesto seguro en el PSOE y en el poder que se olía cercano.


¿De dónde se saca Martín Prieto sino de su contumaz rabia eso de que... "Tierno no quería a la gente. Era de los que se pasaban el pañuelo por la mejilla después de besar a un niño. Era un elitista que despreciaba al populacho aunque aspiraba a gobernar sobre él". Ya se sabe que los hay que llaman rigor periodístico a eso de documentarse en sus desprecios.

En cualquier caso, querido viejo profesor, gracias por las lecciones de dignidad, coherencia y tolerancia. Gracias por el empeño en construir un mundo mejor. Gracias por permanecer fiel a las ideas frente al poder. Gracias por estar al lado de los humildes...codo con codo....y lo dejo aquí, porque mis razones para mi gratitud con Ud. serían muy largas de explicar y no vienen al caso.






09 enero 2006

La razón del poeta



Con toda probabilidad el poeta es un neurótico. En él pueden encontrarse todas las emociones infantiles de las que seguramente no sabe separarse ni curarse definitivamente. Reconoce la profunda distancia entre su subjetividad y la realidad. Entre el deseo, el suyo y la realidad. Esto mismo lo salva de creer que su objetividad supuesta, sabida y reconocida es la realidad misma. Lo salva también de creerse una autoridad en cualquier materia. Hoy en estos tiempos en los que supuestos saberes se imponen, separan a los iniciados, a los sapienciales de los ignorantes, a los que se excluye de las decisiones generales y de las que afectan a sus propias vidas, como antes se separaba a los ricos de los pobres, con un criterio “naturalista”. El saber convertido, no en sabiduría compartida, sino en nueva propiedad privada y en medios de producción, en administración de las existencias. Supuestos saberes que más parecen aureolas de nuevos técnicos-dioses, y que sacralizan las visiones y lo dicho por nuevos Oráculos más terribles que el de Delfos, que construyen realidad más que la desvelan. El poeta reconoce más que ninguno su profundo desconocimiento de la realidad y por ello la respeta más que otros, sabe que muchas veces la confunde con su propia alma y por ello decide adentrarse en la realidad misma como un hermeneuta, queriéndose lúcido y esclarecido de sí para no errar demasiado en su visión, rompiendo los espejos que pudieran reflejarle, dejándose llenar por todo, oyendo y sintiendo lo que sucede en la existencia y en los seres tratando de ser fiel a ese decir, encontrando no la Verdad Sacra de los Tiempos Postmodernos, sino pequeñas aproximaciones cotidianas factibles, saber hecho de encuentros, pequeñas verdades que sostienen una vida y la entretejen, porque si el poeta busca algo, es la razón para la vida, de la vida, por la vida, con la vida. El poeta encuentra maravillas donde otros no encuentran nada y además se pierden a sí mismos por su falta de confianza en sus propios ojos, siguiendo teorías que en el fondo son nuevos idealismos profundamente cegadores. El poeta, ese ser que cree en el amor y en la belleza atravesado de dolor, no cree en textos sagrados aunque se llamen DSM-IV.

Incluso cuando el poeta se pierde en sí mismo acaba descubriendo que esa desnuda realidad con la que quiere tener tratos le andaba buscando hacía tiempo para purificarle de sus autoengaños y adentrarle aun más en los caminos de la existencia. Porque su camino empezó en un viaje en el cual fue paulatinamente descubriendo que confundía el mundo con los contenidos de su alma, para luego ir haciendo, derrotado de sí, del mundo alma y entraña. Nueva riqueza jamás presentida, nuevos significados jamás intuidos y que estaban delante de los ojos.

El poeta no es sólo un urdidor de imágenes, de palabras oscuras y cristalinas. No es un esteta de las palabras como no es un sofista. La palabra del poeta es palabra emocionada, llena de ser, de abismo y de realidad intuida apenas tocada en su vuelo de pájaro que se nos escapa siempre, nacida a la par de su vida, en su acontecer. Y también es serena y desnuda palabra de hombre.


Un poeta nunca está encerrado en una torre de marfil o en una fantasía estéril, le gusta correr con el viento y preguntarse entre él. El poeta habita en lo cotidiano, necesita profundamente de los demás, es una pasión abierta y está junto al resto de los hombres haciendo el poema invisible de todos los días. Sin ese otro poema no se siente a sí mismo como auténtico. El poeta nunca quiere vivir sin vivir ni eludir el miedo ni la angustia ni el amor. Quiere salir a la calle cada mañana, quiere quemarse al sol y tener frío entre la nieve. Porque el poeta arraiga en la realidad aunque no lo sepa y tarde en dilucidar su situación. Para él todo es baldío si no ama de verdad, ni ríe, ni llora de verdad, conmovido hasta sus raíces. Todo es baldío si el ser al que ama no existe, si es una ficción. En su génesis el poeta un buen día presintió su frialdad y aridez, su sequedal y se pregunto por qué y no se conformó con su destino y eligió rescatar su propia capacidad de amar de sus propios infiernos, porque tuvo la lúcida intuición de que sólo amar vale la pena, aunque esa aventura llena de riesgos pudiera costase la vida y por eso viajó y se adentró en selvas oscuras, de las que nunca ha vuelto del todo y definitivamente.

Por ello, el saber del poeta proviene de sus adentros, de lo humano, nunca de las afueras de los hombres, ni de las leyes generales abstractas, ni de estadísticas ni de casuísticas ni de efectos químicos de hormonas. Su saber se debe a haber habitado selvas oscuras, soledades, filos y abismos, angustias desgarradoras del corazón. Haber estado en todo caso antes allí que otros es su único mérito, por ello también es solidario con el resto de los seres, porque conoce con su propia piel la condición humana. Por ello sabe acompañar en sentimientos, en exilios, en tristezas y duelos, con la misma solidaridad que provoca el hambre entre los hambrientos. Con la hermandad que provoca el dolor, cualquier dolor. Y sabe también celebrar las alegrías con alegría, la ilusión con ilusión, la ternura con ternura. El amor con amor. Porque a fin de cuentas, la razón del poeta no es otra que el amor. Todas las vidas de los poetas llevan a la misma conclusión en positivo o en negativo, implícita o explícitamente. Su razón es razón de amor, pues en toda creación lo siente palpitar en el silencio que conspira contra el vacío y la nada. Para el poeta el amor es creación porque es la potencia que crea vida, la única química del silencio en la que cree, el destino que rompe el destino, que hace germinar horizontes nuevos donde nunca los hubo, que intensifica el tiempo y parece detenerlo destruyendo el tiempo muerto y perdido, que derrota los infiernos en los que un día se avecinó, que hace florecer lo mejor que hay en el hombre y le da armonía. La calidez silenciosa que permite la mismación de cada ser. Porque allá donde no llega la conciencia meridiana, escrupulosa y fría llega el corazón con su sutileza, su signo, su ocultamiento y su germen de demiurgo de fantasía que transforma la realidad misma llenándola de significados y caminos. Sin amor no hay sensibilidad, y sin ella la inteligencia y el conocimiento resultan imposibles. Y desde de todo este bagaje y de sus pequeñas razones amorosas el poeta más lúcido que nunca descubre que detrás de otras razones instituidas supuestamente más transparentes e inmaculadas de lo más denostado, las emociones catalogadas de irracionales, puede encontrarse oscuramente la voluntad de poder y dominio, y el poeta descubre que el que domina no ama ciertamente, se convierte más bien en un pequeño Calígula insoportablemente fétido e inmutable aferrado a su inmundicia que racionaliza y pone nombre de Bien Común o acaso Certeza Inmutable. El poeta descubre que el que impone su voluntad no respeta lo distinto ni dialoga, ni deja ser al otro armado de esa razón oscura absolutista. El dominio y el poder tienen algo de muerte contra lo humano tanto para el que los sufre como para quien los ejerce. El poeta sabe que la razón no es razón si no sirve a la vida de todos. Quizás Descartes nunca se percató de que antes del “cogito” está el sentir. Siento que existo porque me siento existir en una situación concreta. Descartes nunca se descubrió como un ser menesteroso o su “cogito” tiene algo de negación de esa realidad primigenia. Como la racionalización de la vida tiene algo de huida negadora de la angustia y el miedo que ésta produce.

El poeta no necesita disecar las flores ni clasificarlas en monstruosos herbarios, ni descatalogarlas de la normalidad, de la legalidad, vigentes. Sabe que en el fondo el metro de medir es un cuchillo invisible que acaso asesine con su medida. El poeta sólo quiere vivir entre las flores para celebrarlas y comprenderlas en todo lo que pueden significar. Aprender con empatía de todo lo que tiene algo que enseñar, y todo tiene algo que enseñarnos. Porque el poeta no tiene nada que aleccionar sino que aprender. Su palabra no es ley que se justifica a sí misma con estatus de veracidad y absolutismo, su palabra sólo es un modesto canto a la belleza que lo ilumina siempre, lo emociona como diosa sagrada y le hace respetar la diversidad de la vida y sondear los misterios que lo llaman con su música callada. El poeta trabaja para la libertad y la autonomía de los seres, para su mismación y al hacerlo trabaja para la dignidad de la vida. Porque, a fin de cuentas, el poeta ama la vida demasiado, antes la de otros que la suya propia, por eso, en caso de odiarla se agredirá antes a sí mismo que a alguien. Los poetas que mueren demasiado jóvenes es porque se suicidan. Porque el poeta sabe que la vida es tiempo regalado y gratuito para las posibilidades inauditas, ese es el milagro en el que cree. El poeta sabe por propia experiencia que no es un “ser para la muerte”. Sabe que a la vida se va por la vida parafraseando a aquel anarquista que dijo que a la libertad sólo se va por la libertad, que también. El poeta también sabe que mienten aquellos que piden el sacrificio, la muerte hoy para la vida futura de razas, patrias, paraísos, crecimientos económicos, sociedades utópicas... El poeta siempre tiene un compromiso con la vida y por ello no calla.

El poeta es un amigo para sus amigos, pero también es un ser que incomoda a los académicos, a los titulados de su vanagloria, a los poderosos... porque estará allí donde le mueva su corazón para no dejar pasar la infamia y la iniquidad que pueden suceder. También porque el poeta es como el niño del cuento que no ve el traje solemne del rey y lo dice sin miramientos ni hipocresías. Y estará donde sea preciso contra todo aquello que pueda vulnerar las posibilidades de un ser humano y su vida cierta. Porque el poeta cree profundamente en lo humano como suelo y tierra fértil, en la dignidad, en la fraternidad, en la capacidad de todo ser de renacer muchas veces antes de morir, aunque el hombre sea lento y torpe y a veces, se pierda a sí mismo. Para el poeta el hombre no es sólo una espiral de ADN sino más bien un misterio irresoluble. Para él el hombre no es un músculo sino un corazón vivo de tinieblas y claridades, de libertad, de ternura, de angustia y miedo. La experiencia nos dice que aquellos muertos cerebrales de accidentes son ya sólo eso, una espiral de ADN y un amasijo de músculos sobre una cama de hospital donde se ha perdido lo fundamental terriblemente. Esas dimensiones que algunos no ven ni escuchan cuando están delante de otro hombre.


El poeta nunca antepone su rol o su estatus a su hecho mismo de ser humano. Se sabe imperfecto y se asume como tal, y no querrá ir más allá, ama demasiado la belleza como para traicionarla. Y la belleza en la que cree nunca es el canon clásico ni el vigente, sino aquello imprevisto y frágil que lo conmueve y lo toca por dentro. No querrá nunca la perfección para sí, ni ser Dios ni ocupar su lugar, ni siquiera ser moral pues las desproporciones del moralista tienen también algo de veneno mortal, pues en todo moralista hay un inquisidor y una hoguera preparada para los herejes y los impíos. Todas estas dimensiones no le interesan en modo alguno. Sabe que su supuesto saber es sólo un modesto y humilde saber sin arrogancia, siempre revisable, pues de lo contrario sería más bien puro narcisismo y entonces es mejor callar y no frecuentar al resto de los hombres para no contaminar el aire con excesos de sí mismo.


El poeta no habla de propiedades, ni de acciones que cotizan al alza o a la baja, ni de coches último modelo. En todo caso te propondrá tomar un café, dialogar, bailar, hacer una fiesta del corazón con cualquier dimensión de lo cotidiano, ir a saludar a un viejo que conoce, interpretar sueños, recordar viejas historias, visitar ciudades, perderse en bibliotecas que son su templo como las miradas y sonrisas de los niños, te llevará a visitar catedrales que para él son los bosques y los jardines en primavera. Dejará una estela de humo y preguntas en el aire, tocando lo profundo que nos conmueve y renueva, querrá ver y compartir el amanecer. Es un ser profundamente imperfecto, un discapacitado psíquico para los psicólogos industriales de la producción y del consumo, de difícil rehabilitación social, pues nunca será útil a sus intereses ni de quienes pagan el trabajo eficiente de estos profesionales. Desde este otro punto de vista el poeta sí que es “una pasión inútil”, un desperdicio para la economía del lucro.

El poeta no sabe escribir discursos, no sabe jugar a la política de salón, no sabe fomentar guerras ni quiere, pero levantará la voz contra cualquier injusticia y después de Auschwitz más que nunca sólo cree en los derechos humanos, en los papeles para todos, (cree en el efecto llamada de la dignidad y la justicia) porque sin ese reconocimiento real no hay derechos para nadie que anuncien la verdadera ciudadanía, la única ciertamente para que Auschwitz no pueda volver a repetirse, aunque hoy, a 2006 pueda tener otros nombres distintos y disimulados.
El poeta es un final y un comienzo.

02 enero 2006

La crisálida y la mariposa


A Oda


De todas las metáforas de las que se han valido los filósofos para decir incluso más de lo que dicen, hay una que en cierta forma me apasiona. Es la metáfora de la crisálida y la mariposa, con la que Martin Buber construyó su pensamiento:
“El Ello es la eterna crisálida. El Tú es la mariposa eterna”
¿Qué es la crisálida?...por ejemplo, mi número de D.N.I, mi uniforme, mi cuenta en el banco, es mi trabajo anónimo y monótono, la cifra insignificante de las estadísticas, el retrato abstracto de una ciencia que primero me niega para luego descubrirme y devolverme la libertad de sentirme a mí mismo, como si de una nueva religión se tratara donde el pecado es la libertad indemostrada, el sentido propio de ser humano frente al orden mineral e isomórfico. La crisálida es el rol y el status, el cliché delimitador, el orden aprisionador e irrespirable, lo uniformizador y lo unidimensional. La víctima anhelada por un verdugo, el esclavo que necesita un amo y viceversa.... La crisálida es la lógica que no permite la discrepancia ni la diversidad. Es la obediencia debida a otros, nunca el respeto por uno mismo. La crisálida es en definitiva la alienación, donde alguien pierde el sentido de sí mismo, su emotividad única, su propio sentido de la realidad. Aquello que me reduce y me convierte en objeto y mercancía para los otros o incluso para mí mismo.
¿Qué es la mariposa?........ Quizás la pregunta esté mal hecha pues creo que debería decir ¿Quién es la mariposa?...entonces el juego de decir y descubrir empieza, porque la mariposa sólo puede ser un Tú que no es un Ello. Sujeto que no es Objeto. Tú es Alguien concreto, con rostro, que no tiene porque parecerse a nadie, ni ser definido por su D.N.I, ni por el color de su piel como un mineral, ni por su composición química, ni por su emotividad comparada, ni por su nivel económico, ni por un test de inteligencia o de anormalidad construido con un Ello colectivo a modo de Tabula Rasa, por ejemplo....porque escaparía a todas estas definiciones, siempre sería Alguien más que transciende esos límites.....cuyo conocimiento sólo podría darse en una relación personal y no abstracta, una relación Yo y Tú. La mariposa con su misterio inefable sólo obedecería a sí misma, es decir, sería sujeto de su ser, de su íntima esencia. Su corazón podría definirse con otras metáforas como el Tao, la Flor de Oro, El Ave Fénix que muere como crisálida y renace como mariposa, el niño de Nietzsche que antes fue camello y león para liberarse de su pesada carga de crisálida. También el personaje de Puccini, Mdame. Butterfly tiene parecidas resonancias, en este caso la mariposa decide morir preservando su propio sentido del amor y de su autenticidad, frente al “Ello de la eterna crisálida” que encarna Pinkerton.
El ser humano es la eterna contradicción entre la crisálida y la mariposa: el orden y la libertad, detenerse o crecer.... La seguridad y el riesgo.... Un profundo conflicto entre opuestos que cada uno resuelve de una manera personal.
Quizás los seres humanos somos la frontera y el límite que debe ser transcendido como vocación. Somos indeterminación ( el “apeiron” de los griegos), el deseo incolmable de Lacan (como unas raíces al viento buscando el horizonte).
Tránsito de crisálida a mariposa, metamorfosis inesperada, camino único e irrepetible, con su propio tempo y lógica ilógica para otros. Oscura tiniebla incluso para nosotros mismos. Tránsito entre el tiempo de ser crisálida y el tiempo de ser mariposa.
A veces es tal el esfuerzo necesario para renacer que nos da miedo y todo se retrasa, hasta que nos cansamos del mismo miedo que alguna vez fue acogedor, hastiados de sus profundas secuelas que nos hacen perder nuestro propio sentido de no ser sólo crisálida. Tensión entre la seguridad mortecina y vacía, y la libertad llena de angustia.
A veces un animal indómito se despierta en nuestros corazones con vocación de más vida y libertad para ser y reclama su tiempo vivido, y todo resulta más maravillosamente fácil de lo que pensamos, es la Primavera que ocurre, incluso sin buscarla.
También la historia colectiva está hecha de momentos de crisálidas y momentos de mariposas, porque está impregnada de esa misma cualidad de cada ser humano de ser un nómada imposible de sí mismo, camino y senda que se abre en el tiempo para encontrar su sentido.