30 marzo 2007

Elogio de la escritura y 4


Palabra apenas música

consumación pura sin sentido o transparencia

sólo tú podrás liberar el ser cautivo.

Serás fuego y agua de fuego
relámpago de blancura ondulando en las tinieblas

de un material océano.

Serás la improbable e imposible maduración
de la fragilidad de una columna de sombra

y de la paralela fuerza oculta bajo la ceniza

y no serás más el exceso de un sentido

o de un no sentido

en la efervescencia sagrada
de la pura inspiración.


António Ramos Rosa















25 marzo 2007

Elogio de la escritura, 3

No alcanzo otra inquietud que la de ir buscando
palabras de existencia, la tinta que descubre
la duda y el fulgor, el pozo de su mina.

Vivir es compartir, amar lo aún no extinto.
Tentar las apariencias con la obsesión del ciego.
O dicho de otro modo: oír, mirar de frente
al silencio que pasa con dolor y espesura,
esculpiendo en los versos el vidrio y su caricia,
el tiempo de lo humano, el deseo del mundo.

Fragmento del poema Vivir de Justo Jorge Padrón








17 marzo 2007

Elogio de la escritura, 2




Y acaso el misterio de las palabras sea ser cañamazo, urdimbre, donde cada uno coloca la argamasa imposible de su vida única. Digo la palabra sol y en ella caben tu sol y el mío. Digo la palabra esperanza y en ella tejen cada uno de tus sueños el ser y la sombra de la misma palabra. Y caben en su raquítica grafía, en su semblante de escualida jirafa, las vidas narradas, los viajes, las soledades y los encuentros. Los amores imposibles y los ciertos. En las palabras narradoras la niñez y la vejez se dan la mano. Caben los viajes, los ecos de trenes, los bosques ciertos o simbólicos.

Y así las palabras son las ventanas que abrimos para ser comprendidos en nuestro propio misterio, para compartirlo con los otros. Nuestras propias palabras y su minúscula fuerza contenida, umbrales y vitrales, cartografías de aire y y tinta negra derramada.

Un texto incomprensible nos resulta como un muro desconchado de dureza impenetrable, un jardín perdido al que no tenemos acceso, un camino borrado por la niebla de un descomunal secreto. Un texto ilegible, un barco varado sin océano ni memoria en la que naufragar en busca del sentido que está en nosotros esperando la partitura que le de vida, como la escritura de los sueños, auténtico viaje a nosotros mismos fuera del tiempo y del espacio convencional. Y así las palabras son nuestra aurora que desnuda lentamente nuestras propias tinieblas.

Y así la escritura es el telar de Penélope que jamás termina su obra porque está hecha de inmensidades, de giros inesperados, de caminos que se abren en los caminos, de apariencias, detrás de las frágiles palabras en busca de nosotros mismos. Penélope tejiendo y destejiendo, enamorada en su silencio de lo universal y de lo que le da sentido, más allá del reino de lo cotidiano y de la necesidad.

Y están también las palabras del amor donde no caben la ofrenda y la entrega que nace en nosotros, tanto es así que hay que inventar nuevos idiomas y vocabularios, o romper su sintaxis de tienda antigua donde en cada cajón de madera manida se guardan esencias y purezas que nada tienen que ver con lo que queremos expresar. Las palabras del amor que dibujan selvas salvajes y llamas, donde la carne es la palabra misma abriendo su infinito y su transcendencia.

Y de todas las palabras, aquellas unidas íntimamente a nuestro existir y que guardamos como tesoros y que nos rescatan un día inesperado, y que son como llaves que nos abren y nos libran de cautiverios y nos salvan, y nos hacen libres porque tocan misteriosamente las hondas ramificaciones donde la vida se hace y nos arrojan como náufragos a playas desconocidas y cálidas.







09 marzo 2007

Elogio de la escritura

¿Quién eres tú, palabra? ¿Qué persigues?
¿Qué susurro deslumbras en mi herida?
...................................................................
Fúndate en mí, palabra, horada mis pupilas.
Quiero oír en tus frondas la canción de la niebla
y edificar contigo el latir de la magia.

¿Quién eres tú, palabra?
Justo Jorge Padrón


Derramas la negrura sobre un blanco papel. Los ríos de tinta. Las espumas que labran
el retrato del ser. Dibujas el mapa imposible y el cáliz de tu ofrenda. Como alfarero de
sombras, tus manos amasan con claroscuros entre la niebla cotidiana el juego con la
belleza que se desnuda en su propia luz y en su oscuridad.

Y naces de las palabras, de su lodo, porque son tu gesto y te contienen en su fragilidad
que horada la lluvia. Emerges con ellas como de la nada. Y son tu pequeño tesoro y tus
manos abiertas, porque dan fe del clamor de unos labios, de un camino polvoriento, de
un erial que en metamorfosis se convierte en el jardín habitado. De las lágrimas y de los
encuentros. De las habitaciones sórdidas de todos los exilios. De la carne estremecida
hasta sus últimos recodos.

Y te buscas entre las palabras, en sus costuras, en sus rebordes, en sus luces
intangibles, en su caligrafía de la sangre y del abismo, en su tintineo de arrebatadora
ansia que anida en la sombra de quien las derrama, porque escribir es abrir el pecho y
la memoria y el deseo. Es abrir nuestro propio tiempo, hacerlo nuestro y habitarlo.
Intentar la veracidad única que nos pertenece en viaje interior al dolor y a la vida.



Serie fotogáfica que he llamado elogio de la escritura y que trata de explorar el mundo de sensaciones que provoca la propia palabra y la literatura.

04 marzo 2007

Lembrança tocada pelo vento

El recuerdo puro no tiene fecha.
Tiene estación.
¿Qué sol o qué viento hacía
en ese día memorable?
Bachelard


Basta con abrir el viejo libro para tocar el viento de aquel día.
En él habita seu João. Aún era un misterio de ropas claras, ojos oblicuos y gestos serenos - tan diferente de la profesora anterior, llena de prisas y que conjugaba el verbo deber como nadie en la escuela. Pues ya se iba la segunda semana de clases y – alegría nuestra - ninguna lección para casa. Recordando bien, ni siquiera en la sala de aula. Parecía que le interesaba menos enseñar gramática y más escuchar tonterías de niños. Charlas sobre cometas, hormigas, baños de río y piernas lastimadas por caídas de los árboles tenían gran importancia.
Pero, aquel día - viento fuerte, tan fuerte - no fue dedicado a la conversación, o a la prosa, como decía. Seu João llegó con sus colores claros, nos saludó y se sentó en la mesa. Abrió una sonrisa y un libro de portada verde.
Entonces fuímos a descubrir su don para la hechicería. No había otra explicación. Su voz era un pájaro dando vueltas en el aire y viniendo a posar, inquieto, en algun lugar dentro del pecho. Pues que de repente éramos todos un sólo niño pobre que lustraba zapatos en las calles de la ciudad y hacía confesiones a un árbol. Éramos un Zezé dolorido de miséria y cruel desamor. Corazón aliviado sólo en el encuentro con un viejo portugués - el conocer en fin de la ternura... Y faltaban aún tantas páginas...
Contando histórias, ojos enamorados de palabras, seu João fue abriendo las puertas de un mundo encantado y sin fronteras, de viajes sin fin. Mientras tanto, dona Delair, que cuidaba de la Biblioteca, empezó a quejarse a la dirección porque no tenía más sosiego, que necesitaba ayuda, que no podía con la confusión de niños y, ¿qué hambre era aquella de repente por los libros?...

.....
(Un atardecer, muchos años después, en un banco de plaza, le comenté que era culpado de yo no saber regalar otra cosa a un niño que no fuera un libro con una bonita historia dentro. El viejo profesor, mirada amorosa, apretó mis manos con mucha fuerza. Por un largo tiempo. Que dura hasta hoy.)



Mi Planta de Naranja Lima (fragmento)
José Mauro de Vasconcelos

Comimos huevos, salame, banana, pan, como a mí me gustaba. Fuímos a beber agua en el río y volvimos debajo de la Reina Carlota.
Ya se iba a sentar cuando le hice una seña para que se detuviera.
Coloqué la mano en el pecho e hice una reverencia al árbol.
- Majestad, su súbdito, el caballero Manuel Valadares, es el mayor guerrero de la nación Pinagé... Y nos vamos a sentar debajo de la señora.
Nos reímos y luego nos sentamos.
El Portuga se extendió en el suelo, forró con el chaleco una raíz de árbol y dijo:
- Ahora llegó el momento de echarse un sueñecito.
- No tengo ganas de dormir.
- No importa. No voy a dejarte suelto por ahí, travieso como eres.
- Me pasó la mano por encima del pecho y me hizo prisionero. Nos quedamos un largo tiempo mirando cómo las nubes escapaban por entre las ramas de los árboles. Había llegado el momento. Si yo no hablaba ahora, nunca más lo haría.
- ¡Portuga!
- Hummm...
- ¿Estás durmiendo?
- Todavía no.
- ¿Es verdad eso que le dijiste a don Ladislao en la confitería?
- Caramba, son tantas las cosas que le he dicho a don Ladislao en la confitería...
- Sobre mí. Yo escuché. Desde el coche lo oí todo.
- ¿Y qué escuchaste?
- Que me quieres mucho.
- Claro que te quiero. ¿Entonces?
- Me di vuelta sin libertarme de sus brazos. Miré sus ojos semicerrados. Su rostro, así, quedaba más gordo y más parecido al de un rey.
- No, quiero saber a fondo si me quieres.
- Claro que sí, bobito.
Y me apretó más para probar lo que había dicho.
- Estuve pensando seriamente. Tú tienes sólo a esa hija que vive en “El encantado”, ¿no?
- Así es.
- Vives sólo en aquella casa con dos jaulas de pajaritos, ¿verdad?
- Así es.
- Dijiste que no tenías nieto, ¿no?
- Así es.
- ¿Y dices que me quieres?
- Así es.
- Entonces ¿por qué no vas a casa y le pides a papá que me regale a ti?
Quedó tan emocionado que se sentó y me tomó la cara con las dos manos.
- ¿Te gustaría ser mi hijito?
- Uno no puede elegir al padre antes de nacer. Pero si hubiese podido hacerlo te hubiera elegido a ti.
- ¿De veras, muchacho?
- Te lo puedo jurar. Además, sería una persona menos para comer. Te prometo que no hablo ni digo más palabrotas, ni siquiera “traste”. Te lustro los zapatos, cuido de tus pajaritos en la jaula. Me vuelvo totalmente bueno. No va a haber mejor alumno en la escuela. Hago todo, todo bien.
No sabía qué contestar.
- En casa todo el mundo se muere de alegría si pueden darme. Va a ser un alivio. Tengo una hermana, entre Glória y Antonio, que fue dada en el Norte. Fue a vivir con una prima rica para poder estudiar y aprender a ser gente...
El silencio continuaba y sus ojos estaban llenos de lágrimas.
- Y si no me quieren dar, tú me compras. Papá está sin nungun dinero. Seguro que me vende. Si pide muy caro puedes comprarme a crédito, así como hace don Jacobo cuando vende...
Como no respondiera, volví a mi antigua posición y él también.
- Sabes, Portuga, si no me quieres no importa. No quería hacerte llorar...
Acarició muy lentamente mi pelo.
- No se trata de eso, hijo mío. No es eso. La gente no resuelve la vida así, con una sola maniobra. Pero te voy a proponer una cosa. No podré sacarte del lado de tus padres ni de tu casa, aunque me gustaría mucho poder hacerlo. Esto no está bien. Pero de ahora en adelante yo, que te quería como a un hijo, voy a tratarte com o si realmente lo fueras.
Me erguí, exultante.
- ¿Verdad, Portuga?
- Hasta puedo jurar, como tú dices siempre.

Hice una cosa que raramente hacía o me gustaba hacer con mis familiares. Besé su rostro gordo y bondadoso...

(traducción Haydeé M. Jofre Barroso, Editorial El Ateneo)