12 febrero 2007

Coisas do sol e uma carta de amor


¡VE hacia él! ¡Feliz carta! Dile-
Dile la página que no escribí;
Dile que sólo puse la sintaxis,
Y dejé fuera el verbo y el pronombre.
Dile cómo se apresuraron los dedos
Luego cómo vadearon, despacio, despacio, despacio;
Y deseaste tener ojos en tus páginas,
Para poder ver qué los movía así.


Emily Dickinson




Era uno de esos días preciosos, cuando después un largo tiempo de lluvias y nubes pesadas, sin más el sol decide regresar con todo su esplendor. Seguro que esto suena repetitivo, pero quien vive en São Paulo sabe bien valorar un día soleado, ya que son muchos los tiempos mojados al largo del año. Y si esa luminosidad llega justo el fin de semana, concede una manera de regalo al aire y la gente tiene ganas de cantar, quitar de las espaldas las penas del cotidiano, sustituir los pasos apresurados por un andar demorado en busca de parques, calles y otros rincones que, pese a todo caos urbano, lograron guardar sus encantos. Era un día así, la gente queriendo vivir y convivir, la música en el aire y la poesía paseando en tren...

Ella, la poesía, empezó a mostrarse en la mirada que atravesaba la ventanilla del tren y se perdía, como encantada, en algun lugar más allá del paisaje suburbano bañado de sol. Un hombre, sentado en un banco cualquier de un vagón cualquier, las manos posadas sobre un libro, los ojos sonriendo al infinito... hasta un momento en que su atención se volvió al libro y, desde dentro de sus páginas, sacó un sobre, y desde el sobre, una carta. De ahí que envueltos por la canción del tren en su caminar, el hombre, su carta y la emoción de sus ojos dieron forma a un cuadro lírico. No hay como no enternecerse al ver una persona leyendo una carta, imaginar alguien escribiendo en soledad palabras de afecto, después caminando hacia la oficina de los correos, comprando sellos, la carta y los sentimientos viajando tal vez muchos días hasta ser recibida con felicidad, tal vez sorpresa, por otro alguien...

Pasaron dos estaciones, la carta leída y releída, se acercaba la Luz, la última parada. Por eso el hombre dobló aquella hoja de papel, la puso con cuidado dentro del sobre y cuando iba a guardarla dentro del libro se dio cuenta del silencio y del pequeño público que le acompañaba los gestos... Los que le miraban, sorprendidos invadiendo la intimidad de aquel momento, también se desconcertaron... Él podría sentirse molestado, protestar, lanzarles una mirada de reproche o cosa parecida. Pero no foi lo que sucedió. Tras un momento de cierta timidez, miró de nuevo alrededor, abrió una sonrisa sincera y les dijo: “Bueno, yo estaba con cara de tonto ¿no?... resulta que estoy feliz, es una carta de amor...”.

El tren paró y todos se levantaron. Había un aire de complicidad y una sonrisa tierna en muchas caras. Algunos señales de “chao” o “hasta luego” antes de cada uno seguir su camino. El hombre y su carta de amor, así como todos los demás, desaparecieron entre la muchedumbre.

*****

La traducción del poema es de Beatriz Alonso, de Cartas Sin Sellos, la muy hermosa página que hace más de 6 años se dedica a publicar fotos de vida en forma cartas, enviadas desde cualquier parte del mundo... ¡No dejéis de visitarla!

Aun sobre el tema de las cartas, un cierto poeta de nombre Juan ha publicado en esta casa unas cosas muy preciosas (¡ah!, como si esto fuera alguna novedad...), para verlas o reverlas haz un clic aquí y aquí.

(Imagen tomada del libro “Correspondências”, de Clarice Lispector, Editora Rocco)

13 comentarios:

Osselin dijo...

Yo tuve la desgracia de hacer el Servicio Militar. Y tuve la desgracia de hacerlo en África dónde sólo se iba a casa cada seis meses. No había teléfonos móviles, ni internet, sólo el teléfono o la carta.
El telefóno era carísimo entonces (1978). Como explicar cuando llegaba el correo y cada uno de nosotros se iba a un rincón, bajo un árbol, en la litera y leíamos la carta de aquel ser tan querido...luego la llevamos durante días en la camisa de campaña...pegada al corazón.
Todo ese mundo de la correspondencia , de reconocer la letra del ser amado, de no tener durante días noticia de ella o de ellos es ya algo que nunca volverá...Tu post me ha despertado tan bellos recuerdos.
José (Osselin)

Juan B. Morán dijo...

Es cierto, lo que dice Osselin...Creo que todos alguna vez nos hemos visto como destinatarios de una carta de amor o como escritores apasionados, intentando superar las distancias. Lo que has escrito creo que nos recuerda en parecida situación, asaltados por la emoción y las palabras, y por la escritura en tinta de una persona querida.

Personalmente siempre me ha gustado leer la correspondencia de muchos autores, encontraba en ella el germen de su obra, la vida cotidiana, la desilusión y la alegría....las grandezas y las miserias que nos suceden, como lo que no se ve de un libro pero que lo envuelve como un paño sagrado. La correspondencia más emocionante me resultó la de Pedro Salinas a su amante y las cartas de Miguel Hernández, en la cárcel.

Yo también quiero felicitar a Cartas sin sellos, me parece un proyecto apasionante. En sus páginas he leído historias increibles, retratos de lo humano.
La vida como es por dentro.

Como ves, Tania, ya me han vuelto las palabras, pero esta mañana me faltaron. Un beso.

CHIC-HANDSOME dijo...

life just good

Reportera de interiores dijo...

Muy bonita historia, Tania. Qué mundo el de las cartas, sí. Son como tesoros para el que las recibe. La inmediatez del mail tiene mucho poder, pero el encanto de las cartas, inlcuso por el mismo tiempo que tardan en llegar, es otra cosa.

Visitaré esa página.

Un abrazo,

ana

Aitor Lourido dijo...

Las palabras de puño y letra, amigos míos, son sin lugar a dudas las que más emocionan, llegando a horadar nuestras almas hasta los límites de hacernos perder el sentido, para bien o para mal... Porque... ¿y las cartas de desamor?

Las teclas del ordenador o del móvil producen mensajes que cualquiera podría elaborar. No hay matiz, no hay color ni personalidad en los trazos. La tecnología sólo sirve para producir mensajes a granel, estandarizándolos en serie, imprimiéndoles una asepsia que a veces puede llegar a desesperar. Quizás deberíamos reivindicar más la "manoescritura".

Tania dijo...

Gracias por los comentarios.

Todo un ritual de amor, en una sencilla hoja de papel… una vez leí que una carta viaja y hace posible que dos manos encuentren, se toquen… Creo que es cierto, por ello llevarla pegada al corazón…

…muchas gracias, Osselin, por compartir con nosotros tus recuerdos, me he emocionado leyendo lo que has escrito.

Literatura envuelta en un paño sagrado… y justo por su verdad. Es eso, Juan, y tú lo expresas con belleza y poesía. Sobre Cartas Sin Sellos, ya sabes, me conmueve el trabajo de Bea, es como un archivo inmenso de sentimientos - alegres y tristes, vivos y verdaderos. Sé que ella dedica mucho esfuerzo para realizarla. Es necesario tener un corazón muy grande para hacer algo así posible.

Sí, Ana, las cartas son como tesoros. Y estoy segura que a una sensible reportera de interiores le gustará mucho la casa de las Cartas.

Me gusta la idea de reivindicar más la “manoescritura”, Aitor, es cierto que la tecnología no puede sustituir la emoción y el encanto únicos de una carta escrita a mano, por todo lo que ya fue dicho: el ritual, el tocar el mismo papel de la persona querida, el olor, la forma de la letra, la espera…. Pero las tecnologías tienen otros encantos, la maravilla acercar los mundos, provocar encuentros y descubiertas. Y una carta, aunque enviada desde el ordenador, siempre tendrá su valor y emoción por la sinceridad de los sentimientos de quien la escribe, ¿no lo crees?…

Un abrazo afectuoso a todos. :)

Anónimo dijo...

hermoso poema, una desgracia el servicio militar, vidas cortadas en su mejor momento, el post es genial.
saludos!

Anónimo dijo...

Cuánto me alegro, Tania, de que hayas conservado esos versos de Dickinson que traduje para ti... yo los había olvidado. Sin embargo después de mandártelo caí en la cuenta de que "dile" no lleva tilde, pero ya no lo corregí (o corregidme si me equivoco).
Aprovecho este blog para contaros un dato curioso: el 14 de febrero es el día que registra más visitas de todo el año Cartas Sin Sellos. Hoy roza las mismas estadísticas de hace un año.
Sin embargo dudo que esos internautas encuentren en mi web lo que buscan una sola vez al año: no hay ninguna sección que se llame "cartas de amor", ni publico cartas cursis a menos que sean muy originales o sentidas.
Como Juan y Tania saben, soy depositaria de reflexiones y soledades y me siento muy agradecida porque tantas personas escojan precisamente Cartas sin Sellos para hacerlo.
Aprovecho para felicitar a Juan por sus fotografias, incluido el catálogo de "Mujeres de este mundo" que pude disfrutar en pdf.
Hasta pronto.

Juan B. Morán dijo...

Hola Bea

Cartas sin sellos me parece una puerta abierta a los adentros... y al decirlo me acuerdo de algunas cartas que leí hace tiempo en la sección de cartas imposibiles.

Y como dice Tania, también dice mucho de ti, abrir un espacio para los demás. En todo caso, gracias a ti.

Comparto con Aitor el gusto por lo manuscrito, por el papel que alguien tocó antes de enviarlo o meterlo en un buón que es como la boca de un dragón que reparte emociones a través del espacio.

Saludos

manuel_h dijo...

podría reproducir el comentario de Osselin, letra a letra, incluso el año, sólo habría que cambiar África por Valencia, y todo lo demás lo viví exactamente así.

besos y abrazos

Tania dijo...

Gracias, Persio, por leer, escribir, y por los increíbles paseos por el mundo la música.

Listo, senhora Beatriz, ¡tilde eliminada! Ahora el regalo original tiene un detalle a más para guardar como recuerdo :)

Manuel, me da mucho gusto que pases por aquí.

Más abrazos a todos, os deseo un bonito fin de semana.

Anónimo dijo...

La sensibilidad se acerca con el aire derramado por otro que puede haber soñado con la luminosidad de sus ojos justo ese día. Pero los viajes no son para todos igual y su presencia es imponente.
Muy buen post!
Besazossss, Tania!

Juan B. Morán dijo...

Saludos Artemis
Creo que Tania no leerá tus palabras hasta el lunes, pues, dichosa ella, está de carnaval.

Besos