“Que mi palabra sea
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente”
Juan Ramón Jiménez
la cosa misma
creada por mi alma nuevamente”
Juan Ramón Jiménez
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Con el nacimiento de la fotografía en 1.839 algunos predijeron la muerte de la pintura. Quienes así pensaban, lo hacían desde una concepción en el cual la pintura había sido hasta entonces el medio idóneo para la representación de la realidad y perdía su razón de ser, con el surgimiento de una actividad industrial (el negativo emulaba a la matriz o al molde) que desafiaba y superaba en “calidad” medida por su cuota de realismo. El retratista familiar de la élite social fue desplazado por el fotógrafo que conseguía un “mejor” resultado en términos realistas en menos tiempo y con un coste más reducido abarcando así a nuevas clientelas.
La fotografía democratizaba el uso social de imágenes y se convertía incluso en un patrón de representación que suplía el contacto directo con la propia realidad que representaba en términos de analogía: fotografía = realidad. Así nació el fotoperiodismo.
Sin embargo, librada la pintura de su servidumbre respecto a un concepto unívoco relacionado con la representación de la realidad, consiguió un nuevo estatus como medio artístico. El pintor buscaba y sondeaba nuevos campos referenciales de representación desde la abstracción, al simbolismo pasando por el expresionismo. El proceso ha sido rico en el transcurso de los dos últimos siglos. Al alejarse de la mera representación de la realidad la pintura incrementó su capacidad para expresar ideas y emociones a través de distintos procesos y estilos, creando distintos modos de producción, incluso en la utilización de nuevos materiales.
El pintor era capaz de decir con su paleta, con pincel o sin él, escapándose de una representación realista, mucho más que jugando a convertirse en mero reproductor o “copista”.
Más allá del uso comercial de la fotografía, el fotógrafo también ha vivido esa ambivalencia entre la representación de la realidad otorgada a la fotografía y el cuestionamiento del medio. Entre el mero documentalismo y la búsqueda de nuevas posibilidades creativas.
Fruto de esa ambivalencia la fotografía se ha movido en dos extremos. A un lado, los maquinistas y puristas que eliminaban cualquier reflexión artística. Así la fotografía resultaba del manejo de una buena cámara, no del ojo y de la capacidad de ver ( y quien ve, siente y piensa, y al revés). Un buen conocimiento técnico suplía la reflexión sobre el hecho fotográfico. La fotografía era el instante decisivo, la fidelidad al negativo que no se debía manipular nunca. Su reflexión los simples datos de la toma como si la marca de una cámara, un diafragma y un obturador lo explicasen todo..... Y muchas peleas (contra el grano buscando la analogía perfecta.....).
En el otro extremo, aquellos que cuestionaban el propio medio. Frente a la cámara profesional el manejo de cámaras manuales hechas con cualquier material, la fotografía estenopeica como acto de rebeldía. La búsqueda de antiguos procesos como la goma bicromatada, el vandyck que incrementaban desde la artesanía de la imagen como la capacidad de una nueva representación. También la utilización de soportes imposibles como la piedra.
Y en el fondo un profundo cuestionamiento sobre el hecho fotográfico: antes de aprender las tripas de este medio, había que detenerse en una cuestión previa, la búsqueda de la propia mirada, cuestionarse si la fotografía es igual a realidad o la fotografía era un ejercicio de subjetividad que empezaba con el encuadre, la elección del motivo, etc. preguntarse cuál era la idea o la emoción a representar y luego después de esta especie de ejercicio, venía la cocina del fotógrafo, su conocimiento técnico exhaustivo. (El laboratorio siempre parecía una cocina para ciegos realmente llena de ingredientes y de trucos que iban más allá de la toma fotográfica y de muchos secretos que muchos se negaban a compartir).
Y en cualquier caso delante de una fotografía dejarse arrastrar por su poder de emocionarnos, de decir y de sugerir...camino que nos llevaba a su autor y a su capacidad de ver y de representar, más allá de la simple referencia técnica que se convertía en un hecho secundario, porque la representación por sí misma perforaba la retina y llegaba a las profundidades.
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Con la llegada de la fotografía digital, su versatilidad, la ilimitada capacidad de manipulación de la imagen y la generación de nuevas posibilidades de mostrar lo invisible, este medio también va a independizarse de la representación de “la realidad”, como hizo la pintura. La fotografía digital nos trae nuevos medios de representación a caballo entre pintura, fotografía, literatura fantástica y poesía, en una especie de mestizaje profundo.
Hay fotógrafos que se inspiran en estas artes, como hay poetas que traducen fotografías emocionantes a palabras.
¿Ceñirse al modo de los puristas a una unívoca representación de la realidad o jugar a experimentar encontrando nuestro propio decir? Y por qué no, ya puestos, fotografiar sueños, hacer visible lo invisible, representar símbolos e imágenes que nos habitan, expresar.....en vez de reproducir.... producir y crear como nunca antes fue posible. (Hacer fotomontajes nos llevaba semanas y muchas horas de laboratorio).
En cualquier caso lo que fundamente cada fotografía dependerá de lo que busquemos exactamente, si realmente creemos en nuestro trabajo y somos fieles a lo que queremos decir/ representar y lo conseguimos subordinando un proceso técnico que lógicamente tenemos que conocer.
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La fotografía digital y la poesía
El fotógrafo que decide abarcar nuevos continentes de representación puede fotografiar sus sueños, las imágenes que le obsesionan, representar colores y atmósferas que traducen emociones. Juega a subvertir el orden de lo real representado y su lógica convencional, rompe su sintaxis yuxtaponiendo, para generar un nuevo decir. Realiza un proceso de investición que llena lo representado de nuevos significados, tocando otra partitura visual que combina otras asociaciones y connotaciones en nuevos contextos, cuya entraña sigue siendo como en la poesía, la emoción. Y todo ese inquietante material lo lleva a la obra fotográfica.
El poeta contemporáneo desde el simbolismo pasando por el surrealismo juega con parecido material, imágenes, símbolos (que se escapan más allá de las metáforas pues no tienen por qué tener correspondencia con la realidad). Juega con la visibilidad de las emociones, con su flor de piel, con escenas y situaciones (como si de una cámara de cine se tratara), con la ruptura con el propio lenguaje para multiplicar sus posibilidades expresivas en la realidad única que encierra todo poema (algo así como la solarización en fotografía), y todo este esfuerzo lo lleva a las palabras que son su materia prima. Nunca oímos como ahora palabras tales como plasticidad, imágenes visuales, dobles sensaciones (sinestesia, también la fotografía además de afectar al sentido de la vista introduce sensaciones táctiles), etc. para referirse a la obra de algún poeta.
Hay una clara hermandad profunda entre ambos medios, cuyo corazón pasa por la imagen y el símbolo. Puedo escribir una imagen pero también puedo construirla en una imagen fotográfica, como nunca antes. Puedo escribir mis emociones o fotografiarlas, o ambas cosas a la vez. En todo caso utilizaré palabras o píxeles para referenciar la interioridad. Lo que quiero decir/expresar. Puede que utilice paisajes como Antonio Machado para identificar estados afectivos. Puede que el silencio de las fotografías nos hable sin utilizar palabras manidas y desgastadas que ya nada dicen. La mirada se convertirá en la intra mirada que palpita donde la luna se derrama transida de misterio.
Publicado por JuanBM
3 comentarios:
El de la captura de imágenes se me está volviendo un idioma que me falta a la hora en que las palabras se me quedan cortas y que comienzo a vislumbrar el disfrute de usarlo irresponsablemente.
Hecho en el cuál no puedo separar en partes el grado de responsabilidad (léase poéticamente inspiración, últimamente vengo por los derroteros de la frialdad matemática, ya se me va a pasar)de cada uno de ustedes.
Beeeeeeesos muchos!
¡Cuánta razón en lo que has escrito, Persio! Escribir, fotografiar.. nos salva de la superficialidad, nos vuelve niños mirando o sientiendo el mundo por primeva vez.
Paula, tu matemática es maravillosa, a decir verdad tienes el corazón pi, pese a esa vesícula. Tampoco creo que te falten nunca las palabras.
Besos
El texto es de una nitidez impresionante! Las múltiples formas de expresión han sabido ofrecerle al ser humano la puerta para el rastreo de nuevos aprendizajes.
Descubrirse en el arte es maravilloso!
Un abrazo y mil felicitaciones!
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