03 junio 2006

Miro el crepúsculo desde esta habitación



Miro el crepúsculo desde esta habitación
donde nos amamos contra la historia con mayúscula,
que nunca sabrá de nosotros.

Sólo dos seres entrelazados, cuerpo a cuerpo,
minúsculos, frágiles, pero nunca dos hebras de un jirón
atrapado en alambre de espino,
que el viento agitara al unísono.

En estos besos, en estas caricias,
en esta alegría de albas y ocasos
siento que reconstruimos lo universal
de las pequeñas razones.

Tu risa me devuelve la sonrisa.
Tu mano tocándome
me dice que soy piel y encuentro, alegría.

Al fin ser en un silencio vivo,
plenitud hecha canción para la vida.

Aquí en este lecho anidan las flores,
y algo tiene la misma alma que la lluvia
y el mismo gemido que el volcán.

Sobre este lecho una historia de dos
como dos ríos invisibles sostenidos en el tiempo,
alquimias de la sangre que arde
entre los días azules y grises,
entrecruzando una estela de vida, memoria y sombras,
corazones trenzando la belleza sin nombre,
de un amor naciente sin forma previa ni molde,
que se mira y se encuentra en la llama,
y en la noche, y en el viento que susurra,
y en la delicadeza sagrada del alba,
como en un espejo y un idioma imposible.

Aquí tenuemente nos reconstruye nuestro amor
de no ser amos para el otro,
nos restaura contra el orden de las cosas,
contra la lógica, llenándonos de luz sobre los días.

Aquí sencillamente inocentes,
aquí estremecidos como los primeros
y los últimos seres.

Ser ante tus ojos,
porque tu amor me llama a ser,
a llenar los días azules y grises
tocando el corazón del tiempo.



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