
Me estremeces
y es toda mi vida la que a la vez
te mira por estos ojos cansados
a veces inundados de derrotas y melancolías.
Todo lo que he vivido hasta lo más terrible
cobra sentido en este instante
en el que te encuentro,
tanto es así,
que sin toda esa carga de viajero,
sin ese bagaje de delirio, de amores y dolores,
sería ciego y no te hubiese encontrado,
como el sordo en mitad de una melodía
que no acierta a descubrir, ni a saber cierta
en mitad de días y alboradas.
Todo ello y tú,
en la vida abierta presentida
en la danza del silencio.
Todo ello también era un camino a ti,
el único don tras el sendero
de lo inútil y lo doloroso.
Todo ello, lo supe después,
era abrir los sentidos futuros,
porque un extraño anhelo
se escribía en mi ser tras la locura.
El dolor baldío fue raíz del amor futuro.
Las heridas y las deformidades,
las soledades blancas y opacas,
las bellezas de este hoy lleno de clamores
en el vértigo y los arpegios de los días.
El filo del abismo sembró la serenidad,
el sueño, como otro viaje, deshizo
la cartografía del desamor y de la soledad.
Y así mi misterio se teje junto a tu misterio,
así, en este silencio en el que me siento vivo.
La extraña alianza de la lluvia y la tierra sedienta,
la rosa única e irrepetible que forman
los labios y las lenguas de fuego que se juntan en un beso,
las vidas llamadas a unirse,
la partitura escrita en la sangre que interpreto
como mi más sincera verdad.
Todo ello me lleva, como en otro viaje abierto,
a tu delicadeza, a tu música callada que me despierta.