02 marzo 2006

Canto en la bruma


A Tania


Dulce lamento, dicha recobrada en el ansia,
flor recogida en el ímpetu de la ola
del cálido mar dibujado en el cielo de otro mar.
Dolorido sueño y desvalido que jamás se cumple
condenado a ser errante sombra en el mundo,
a no encontrar su consumación en los días,
a vagar sin reposo, sin ser de aquí o de allá,
ni cierto, a no ser más que en el espacio de la noche,
cuando todo parece un canto borracho de bruma
y nada se resiste en la imposible geometría rota
y el ciego cree ver en la tiniebla
sin saber que sólo desea
ser los ojos que miran y descubren
ignotos signos y gestos.

Vida desgastada de desvivirse,
vida derrotada, vida dolorida,
presintiendo su infinito,
sin encontrarlo nunca.

Vida que llora las lágrimas únicas,
esas que horadan y vencen
la dureza de la piedra y el hierro
de prisiones cotidianas.
Vida que llora las lágrimas únicas
que lavan las heridas y las llagas
que hace la cincha de la noria absurda
donde desfallece atado un corazón
que no se alimenta
de un pan rastrero, mísero y baldío,
igual todos los días.

Corazón hecho para horizontes
surcando labios, otras vidas, cielos,
siendo simiente de inmensidades.

Corazón, signo de un pequeño dios
de ojos vivos de llama, encarcelado
detrás de las apariencias cegadoras,
pequeño dios que desata los nudos del dolor en el dolor,
libera su mudez de tierra polvorienta buscando el agua,
para hacer germinar con esa lluvia la serenidad y la dicha,
que nacerán entre los días de aire y cielo
hasta sostenerse como flor de ternuras,
que cantarán su vuelo recobrado.


Corazón, pequeña llave encontrada
que cabe en la hendidura de un instante,
y abre otros cielos alguna vez presentidos
sobre una presencia, una lágrima,
una mirada o un abrazo, y deja en el aire
una palabra de piel y espuma que siente
su pequeña fuerza contenida, su abismo,
germinando en la intemperie,
haciendo de su dolor raíz de inocencias.

Corazón, voz que habita en la voz
en un silencio que desde un sueño
abierto y luminoso, robado al olvido,
será la rosa de la grana de un mediodía,
que llama a ser la llama sincera,
en los senderos borrados en la niebla,
entre azares y encuentros.

Fuerza que es debilidad inmensa.
Cristal que estalla en fragmentos
y un lento hacer oscuro y sin memoria
lo reconstruye, rehace el roto vahído,
restaña las arterias y los sueños
del caleidoscópico corazón.

Huella de otra vida intocable
en los ojos de un niño
toda una promesa intensa
de porvenires azules,
de nubes que pasan.

Amor sin nombre que se roza alguna vez,
cuánta alegría que nos devuelve
a la primera memoria en la que nacimos
y desvanecidas claridades olvidadas
llevan a paisajes de luz
en las oscuridades desvencijadas.

Cálida presencia escrita en la huella dejada
por algo que pasa insomne, incansable,
y deja sonidos en las sombras
y en los bordes del silencio transparencias
donde el horizonte se pierde y se busca.

Yo vine a vivir. No lo olvides.
Yo vine a buscarte siendo tu sueño en el aire,
una danza sobre las aguas oscuras,
tu balsa de naufrago y tu promesa,
de vida auténtica que se abraza
como se abraza con ímpetu a una persona amada
en un solo gesto, vocación profunda.

Flor del fuego que no abrasa
ni cree en su destino de ceniza,
raíz oculta o entraña,
rastro de otra vida deseada
en el desierto árido y lúgubre.
Yo soy manantial oscuro sin memoria herida,
un manar, un originarse, un regresar, un retorno,
un reencuentro que es un renacer.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Corazón. Buscas. Tantos caminos. Llave.
Inmensidades de sentimientos.
Corazón casi siempre sin palabras frente a tanta, tanta ternura...

Gracias. Muchas gracias.
Do fundo, do mais profundo do meu coração.

Anónimo dijo...

Hermoso texto y hermosas imágenes, una llave que abre corazones? Un abrazo.

Juan B. Morán dijo...

Gracias por los comentarios.

Creo sinceramente que la riqueza está en tu corazón. Yo sólo he tenido la suerte de descubrirte.

Querida Nuage, creo que el corazón es la mejor llave pues abre la existencia y sus caminos llenos de sentidos.

Besos

Anónimo dijo...

Fueron varias las ocasiones en que leí esta poesía; hoy, al leerla, lloré. Gracias.