09 enero 2006

La razón del poeta



Con toda probabilidad el poeta es un neurótico. En él pueden encontrarse todas las emociones infantiles de las que seguramente no sabe separarse ni curarse definitivamente. Reconoce la profunda distancia entre su subjetividad y la realidad. Entre el deseo, el suyo y la realidad. Esto mismo lo salva de creer que su objetividad supuesta, sabida y reconocida es la realidad misma. Lo salva también de creerse una autoridad en cualquier materia. Hoy en estos tiempos en los que supuestos saberes se imponen, separan a los iniciados, a los sapienciales de los ignorantes, a los que se excluye de las decisiones generales y de las que afectan a sus propias vidas, como antes se separaba a los ricos de los pobres, con un criterio “naturalista”. El saber convertido, no en sabiduría compartida, sino en nueva propiedad privada y en medios de producción, en administración de las existencias. Supuestos saberes que más parecen aureolas de nuevos técnicos-dioses, y que sacralizan las visiones y lo dicho por nuevos Oráculos más terribles que el de Delfos, que construyen realidad más que la desvelan. El poeta reconoce más que ninguno su profundo desconocimiento de la realidad y por ello la respeta más que otros, sabe que muchas veces la confunde con su propia alma y por ello decide adentrarse en la realidad misma como un hermeneuta, queriéndose lúcido y esclarecido de sí para no errar demasiado en su visión, rompiendo los espejos que pudieran reflejarle, dejándose llenar por todo, oyendo y sintiendo lo que sucede en la existencia y en los seres tratando de ser fiel a ese decir, encontrando no la Verdad Sacra de los Tiempos Postmodernos, sino pequeñas aproximaciones cotidianas factibles, saber hecho de encuentros, pequeñas verdades que sostienen una vida y la entretejen, porque si el poeta busca algo, es la razón para la vida, de la vida, por la vida, con la vida. El poeta encuentra maravillas donde otros no encuentran nada y además se pierden a sí mismos por su falta de confianza en sus propios ojos, siguiendo teorías que en el fondo son nuevos idealismos profundamente cegadores. El poeta, ese ser que cree en el amor y en la belleza atravesado de dolor, no cree en textos sagrados aunque se llamen DSM-IV.

Incluso cuando el poeta se pierde en sí mismo acaba descubriendo que esa desnuda realidad con la que quiere tener tratos le andaba buscando hacía tiempo para purificarle de sus autoengaños y adentrarle aun más en los caminos de la existencia. Porque su camino empezó en un viaje en el cual fue paulatinamente descubriendo que confundía el mundo con los contenidos de su alma, para luego ir haciendo, derrotado de sí, del mundo alma y entraña. Nueva riqueza jamás presentida, nuevos significados jamás intuidos y que estaban delante de los ojos.

El poeta no es sólo un urdidor de imágenes, de palabras oscuras y cristalinas. No es un esteta de las palabras como no es un sofista. La palabra del poeta es palabra emocionada, llena de ser, de abismo y de realidad intuida apenas tocada en su vuelo de pájaro que se nos escapa siempre, nacida a la par de su vida, en su acontecer. Y también es serena y desnuda palabra de hombre.


Un poeta nunca está encerrado en una torre de marfil o en una fantasía estéril, le gusta correr con el viento y preguntarse entre él. El poeta habita en lo cotidiano, necesita profundamente de los demás, es una pasión abierta y está junto al resto de los hombres haciendo el poema invisible de todos los días. Sin ese otro poema no se siente a sí mismo como auténtico. El poeta nunca quiere vivir sin vivir ni eludir el miedo ni la angustia ni el amor. Quiere salir a la calle cada mañana, quiere quemarse al sol y tener frío entre la nieve. Porque el poeta arraiga en la realidad aunque no lo sepa y tarde en dilucidar su situación. Para él todo es baldío si no ama de verdad, ni ríe, ni llora de verdad, conmovido hasta sus raíces. Todo es baldío si el ser al que ama no existe, si es una ficción. En su génesis el poeta un buen día presintió su frialdad y aridez, su sequedal y se pregunto por qué y no se conformó con su destino y eligió rescatar su propia capacidad de amar de sus propios infiernos, porque tuvo la lúcida intuición de que sólo amar vale la pena, aunque esa aventura llena de riesgos pudiera costase la vida y por eso viajó y se adentró en selvas oscuras, de las que nunca ha vuelto del todo y definitivamente.

Por ello, el saber del poeta proviene de sus adentros, de lo humano, nunca de las afueras de los hombres, ni de las leyes generales abstractas, ni de estadísticas ni de casuísticas ni de efectos químicos de hormonas. Su saber se debe a haber habitado selvas oscuras, soledades, filos y abismos, angustias desgarradoras del corazón. Haber estado en todo caso antes allí que otros es su único mérito, por ello también es solidario con el resto de los seres, porque conoce con su propia piel la condición humana. Por ello sabe acompañar en sentimientos, en exilios, en tristezas y duelos, con la misma solidaridad que provoca el hambre entre los hambrientos. Con la hermandad que provoca el dolor, cualquier dolor. Y sabe también celebrar las alegrías con alegría, la ilusión con ilusión, la ternura con ternura. El amor con amor. Porque a fin de cuentas, la razón del poeta no es otra que el amor. Todas las vidas de los poetas llevan a la misma conclusión en positivo o en negativo, implícita o explícitamente. Su razón es razón de amor, pues en toda creación lo siente palpitar en el silencio que conspira contra el vacío y la nada. Para el poeta el amor es creación porque es la potencia que crea vida, la única química del silencio en la que cree, el destino que rompe el destino, que hace germinar horizontes nuevos donde nunca los hubo, que intensifica el tiempo y parece detenerlo destruyendo el tiempo muerto y perdido, que derrota los infiernos en los que un día se avecinó, que hace florecer lo mejor que hay en el hombre y le da armonía. La calidez silenciosa que permite la mismación de cada ser. Porque allá donde no llega la conciencia meridiana, escrupulosa y fría llega el corazón con su sutileza, su signo, su ocultamiento y su germen de demiurgo de fantasía que transforma la realidad misma llenándola de significados y caminos. Sin amor no hay sensibilidad, y sin ella la inteligencia y el conocimiento resultan imposibles. Y desde de todo este bagaje y de sus pequeñas razones amorosas el poeta más lúcido que nunca descubre que detrás de otras razones instituidas supuestamente más transparentes e inmaculadas de lo más denostado, las emociones catalogadas de irracionales, puede encontrarse oscuramente la voluntad de poder y dominio, y el poeta descubre que el que domina no ama ciertamente, se convierte más bien en un pequeño Calígula insoportablemente fétido e inmutable aferrado a su inmundicia que racionaliza y pone nombre de Bien Común o acaso Certeza Inmutable. El poeta descubre que el que impone su voluntad no respeta lo distinto ni dialoga, ni deja ser al otro armado de esa razón oscura absolutista. El dominio y el poder tienen algo de muerte contra lo humano tanto para el que los sufre como para quien los ejerce. El poeta sabe que la razón no es razón si no sirve a la vida de todos. Quizás Descartes nunca se percató de que antes del “cogito” está el sentir. Siento que existo porque me siento existir en una situación concreta. Descartes nunca se descubrió como un ser menesteroso o su “cogito” tiene algo de negación de esa realidad primigenia. Como la racionalización de la vida tiene algo de huida negadora de la angustia y el miedo que ésta produce.

El poeta no necesita disecar las flores ni clasificarlas en monstruosos herbarios, ni descatalogarlas de la normalidad, de la legalidad, vigentes. Sabe que en el fondo el metro de medir es un cuchillo invisible que acaso asesine con su medida. El poeta sólo quiere vivir entre las flores para celebrarlas y comprenderlas en todo lo que pueden significar. Aprender con empatía de todo lo que tiene algo que enseñar, y todo tiene algo que enseñarnos. Porque el poeta no tiene nada que aleccionar sino que aprender. Su palabra no es ley que se justifica a sí misma con estatus de veracidad y absolutismo, su palabra sólo es un modesto canto a la belleza que lo ilumina siempre, lo emociona como diosa sagrada y le hace respetar la diversidad de la vida y sondear los misterios que lo llaman con su música callada. El poeta trabaja para la libertad y la autonomía de los seres, para su mismación y al hacerlo trabaja para la dignidad de la vida. Porque, a fin de cuentas, el poeta ama la vida demasiado, antes la de otros que la suya propia, por eso, en caso de odiarla se agredirá antes a sí mismo que a alguien. Los poetas que mueren demasiado jóvenes es porque se suicidan. Porque el poeta sabe que la vida es tiempo regalado y gratuito para las posibilidades inauditas, ese es el milagro en el que cree. El poeta sabe por propia experiencia que no es un “ser para la muerte”. Sabe que a la vida se va por la vida parafraseando a aquel anarquista que dijo que a la libertad sólo se va por la libertad, que también. El poeta también sabe que mienten aquellos que piden el sacrificio, la muerte hoy para la vida futura de razas, patrias, paraísos, crecimientos económicos, sociedades utópicas... El poeta siempre tiene un compromiso con la vida y por ello no calla.

El poeta es un amigo para sus amigos, pero también es un ser que incomoda a los académicos, a los titulados de su vanagloria, a los poderosos... porque estará allí donde le mueva su corazón para no dejar pasar la infamia y la iniquidad que pueden suceder. También porque el poeta es como el niño del cuento que no ve el traje solemne del rey y lo dice sin miramientos ni hipocresías. Y estará donde sea preciso contra todo aquello que pueda vulnerar las posibilidades de un ser humano y su vida cierta. Porque el poeta cree profundamente en lo humano como suelo y tierra fértil, en la dignidad, en la fraternidad, en la capacidad de todo ser de renacer muchas veces antes de morir, aunque el hombre sea lento y torpe y a veces, se pierda a sí mismo. Para el poeta el hombre no es sólo una espiral de ADN sino más bien un misterio irresoluble. Para él el hombre no es un músculo sino un corazón vivo de tinieblas y claridades, de libertad, de ternura, de angustia y miedo. La experiencia nos dice que aquellos muertos cerebrales de accidentes son ya sólo eso, una espiral de ADN y un amasijo de músculos sobre una cama de hospital donde se ha perdido lo fundamental terriblemente. Esas dimensiones que algunos no ven ni escuchan cuando están delante de otro hombre.


El poeta nunca antepone su rol o su estatus a su hecho mismo de ser humano. Se sabe imperfecto y se asume como tal, y no querrá ir más allá, ama demasiado la belleza como para traicionarla. Y la belleza en la que cree nunca es el canon clásico ni el vigente, sino aquello imprevisto y frágil que lo conmueve y lo toca por dentro. No querrá nunca la perfección para sí, ni ser Dios ni ocupar su lugar, ni siquiera ser moral pues las desproporciones del moralista tienen también algo de veneno mortal, pues en todo moralista hay un inquisidor y una hoguera preparada para los herejes y los impíos. Todas estas dimensiones no le interesan en modo alguno. Sabe que su supuesto saber es sólo un modesto y humilde saber sin arrogancia, siempre revisable, pues de lo contrario sería más bien puro narcisismo y entonces es mejor callar y no frecuentar al resto de los hombres para no contaminar el aire con excesos de sí mismo.


El poeta no habla de propiedades, ni de acciones que cotizan al alza o a la baja, ni de coches último modelo. En todo caso te propondrá tomar un café, dialogar, bailar, hacer una fiesta del corazón con cualquier dimensión de lo cotidiano, ir a saludar a un viejo que conoce, interpretar sueños, recordar viejas historias, visitar ciudades, perderse en bibliotecas que son su templo como las miradas y sonrisas de los niños, te llevará a visitar catedrales que para él son los bosques y los jardines en primavera. Dejará una estela de humo y preguntas en el aire, tocando lo profundo que nos conmueve y renueva, querrá ver y compartir el amanecer. Es un ser profundamente imperfecto, un discapacitado psíquico para los psicólogos industriales de la producción y del consumo, de difícil rehabilitación social, pues nunca será útil a sus intereses ni de quienes pagan el trabajo eficiente de estos profesionales. Desde este otro punto de vista el poeta sí que es “una pasión inútil”, un desperdicio para la economía del lucro.

El poeta no sabe escribir discursos, no sabe jugar a la política de salón, no sabe fomentar guerras ni quiere, pero levantará la voz contra cualquier injusticia y después de Auschwitz más que nunca sólo cree en los derechos humanos, en los papeles para todos, (cree en el efecto llamada de la dignidad y la justicia) porque sin ese reconocimiento real no hay derechos para nadie que anuncien la verdadera ciudadanía, la única ciertamente para que Auschwitz no pueda volver a repetirse, aunque hoy, a 2006 pueda tener otros nombres distintos y disimulados.
El poeta es un final y un comienzo.

5 comentarios:

Magda Díaz Morales dijo...

Una gran sorpresa descubrir tu blog y mi enlace en él. Muchas gracias.

Me he permitido enviarte un correo-e para agradecerte.

Muchos saludos.

Anónimo dijo...

... un neurótico ¿que da a luz a pájaros?
Pájaros sin poso ni puerto, que se alimentan por un instante en cada par de manos y se van... y cuando lo hacen, miramos nuestras manos vacías y nos maravillamos: por darnos cuenta que el alimento de ellos ya estaba en nosotros....
Mas o menos así es la metáfora de Mário Quintana para los poemas. Me maravilla ese don que tiene la poesía de, con palabras y silencios, llegar al corazón del modo como hablas, es decir, con inmensa sutileza, por acto de amor, sembrando caminos ¿que dormian? dentro de nosotros. Por no imponer verdades o respuestas listas, el poema abre espacio al vuelo del espiritu, para que cada uno descubra sus propios sentires... descubra sus alas...
Tu reflexión es muy profunda, Poeta, pienso que es cierto: un ser, para dar a luz a un poema, hay que tener por razón el Amor y la fidelidad a la Vida. En sus sentidos mayores.

Besos, Tania

pd - una foto aquí, me sugiere un útero...

Juan B. Morán dijo...

Gracias Magda y gracias Tania, por muchas cosas, entre ellas hacer que descubriera a Mario Quintana.

En muchos libros de psicología generalmente de psicopatología se analizan las vidas de artistas, escritores, poetas, etc. y se trata de explicar al autor no por su obra sino por su patología. Sin embargo cualquiera que escriba, pinte, haga música o lo que sea, sabe que para crear uno ha de estar muy lúcido y lleno de un espíritu vital que consolida su tarea. Lo que trataba de decir es que posiblemente el poeta mantiene una cierta conexión con su infancia, con el niño que fue y sigue vivo en su corazón. Lo dijo Camus en El Primer Hombre: La patria de un hombre es su infancia.

La foto a la que te refieres fue en realidad una especie de regalo pues acontenció imprevisible. Me gusta porque mirándola muchas veces me he preguntado ¿qué nos sostiene en determinados momentos?

Abrazos

Anónimo dijo...

Poeta de piel en carne viva que camina entre la lluvia y se moja, ¿hay acaso más vida que sentirla, abrazarla y transpirarla?
Un paseo por la desnudez, digamos del poeta, de ese que sabe tantas cosas y sigue como un pequeño, con los ojos muy abiertos, dispuesto a aprender, aprendiendo a cada paso de la esencia de la vida, de esa que narran las hormigas mientras mueven un trocito de hoja.
Se pueden saber muchas palabras y con ellas herir, lastimar, dar muerte; pero el poeta las hilvana para la luz y a veces no sabe que provoca tormentas, aunque no, realmente remueve la aparente calma como cuando metes la mano en un lago y la haces girar provocando ondas que, en su expansión, llegarán hasta la otra orilla, porque el poeta también ignora la geografía, desconoce fronteras, las hace desaparecer, porque es mago y disfruta las diferencias y sonríe ante lo distinto y le encuentra belleza. Y es que un poeta es un ser comprometido con la vida, la más esencial.
La razón del poeta de corazón, transforma y es hermosa.

La puta que no te parió dijo...

Ser poeta es como vivir entre el hielo de la culpa y el fuego de la verdad, si se derrite el hielo por completo la muerte es segura.
Una palabras robadas, si el autor las hurtó primero de mi propio sentimiento pues ya saben, tengo cien años de perdón por esto:

Solo loco, solo poeta.

Cuando la luz se va desvaneciendo
cuando ya el consuelo del rocío
se filtra en la tierra
invisible, inaudible
-pues delicado calzado lleva
el consolador rocío, como todo dulce consuelo-
entonces recuerdas, recuerdas tu, ardiente corazón
cuan sediento estuviste
de celestiales lagrimas y gotas de rocío,
abrasado, cansado, sediento,
mientras en sendas de amarilla hierba
malignas miradas del sol crepuscular
por entre negros árboles en torno a ti corrían,
deslumbrantes, malintencionadas, abrasadoras miradas del sol.

“¿Tú el pretendiente de la verdad?" -así se mofaban-.
­¡no! ­ sólo un poeta!
un animal astuto, saqueador, rastrero,
que ha de mentir,
que premeditadamente, intencionadamente,
ha de mentir
multicolor larvado,
larva el mismo,
presa el mismo,
¿es eso el pretendiente de la verdad?...

­ Sólo loco! ­ Sólo poeta!
Solo un multicolor parloteo
multicolor parloteo de larvas de loco
trepando por "mendaces" puentes de palabras
sobre un arco iris de mentiras
entre falsos cielos
deslizándose y divagando.
¡sólo loco! ¡sólo poeta!

¨ Es eso el pretendiente de la verdad?


No inmóvil, rígido, liso, frío,
convertido en estatua,
pilar de dios;
no erigido ante templos
atalaya de dios:
­¡no! Hostil eres a tales modelos de virtud,
mas recogido estas en el desierto que en los templos,
audaz como los gatos
saltas por todas las ventanas
y en toda ocasión
husmeas la selva virgen
tu que por selvas vírgenes
entre fieras de coloreados pelajes
pecadoramente sano y bello y multicolor corrías,
con lascivos belfos,
feliz con el escarnio, feliz en el infierno, feliz y sanguinario,
ladrón furtivo, mentiroso corrías...

O semejante al águila
que fija su mirada largo tiempo en los abismos
en sus abismos...
-­ oh, girar como ella
hacia abajo, hacia el fondo, hacia adentro,
hacia cada vez mas profundas profundidades!

Y entonces
de repente
vuelo vertical
trazo precipitado
caer sobre corderos
hacia abajo, voraz,
ávido de corderos,
odiando toda alma de corderos,
odiando rabiosamente todo lo que parezca
virtuoso, borreguil, de rizada lana,
necio, satisfecho con leche de oveja...

Así, aguileñas, "leopardinas",
son las añoranzas del poeta,
son tus añoranzas entre miles de larvas,
¡tú, loco!, ¡tú, poeta!

Tú que al hombre consideras
tanto dios como oveja
al dios desgarrar en el hombre
como a la oveja en el hombre
y desgarrando reír
En esto consiste tu felicidad!

felicidad "leopardina" y aguileña
felicidad de loco y de poeta!"

Cuando la luz se va desvaneciendo
y la hoz de la luna
ya se desliza verde y envidiosa
entre rojos purpúreos
-enemiga del día
y sigilosamente a cada paso
las guirnaldas de rosas
siega, hasta que se hunden
pálidas en la noche:

así caí yo mismo alguna vez
desde mi desvarío de verdad
desde mis añoranzas de día
cansado del día, enfermo de luz
caí hacia abajo, hacia la noche, hacia las sombras,
abrasado y sediento
de una verdad.

¿recuerdas aún, recuerdas tu, ardiente corazón,
que sediento estuviste?
¡sea yo desterrado
de toda verdad!
¡Sólo loco! ¡Sólo poeta!



( Friedrich Nietzsche )