
La rosa, la rosa pura.
Quiero mandarte la pura rosa.
La que no tiene símbolo ni signo.
La que no pese
porque recuerda un recuerdo.
La que no cante
porque se cogió con el gozo.
La que no tenga fecha,
la que sea su nacimiento puro
sucediendo a su mismo capullo.
La que no diga: “Me quieres”, ni: “Te quiero”.
La que diga tan sólo: “Soy mis pétalos,
mi color, mi forma, soy la rosa pura. Tómame”.
La que no pida
que te la pongas en el pecho.
La que se contente con el encuentro
de su color y tus ojos,
de tu mirada, un instante.
Con el contacto
de su materia y tu vida: tu mano, un instante.
La que te deje vivir
sin rosas, si tú no quieres
tener la rosa en tu vida.
Fragmento del poema La rosa pura de Pedro Salinas

El poema interpretado por, el tristemente desaparecido, Imanol, quien añadió unos versos de la obra del mismo autor de La Voz a ti debida. Auténtico retrato de la amada, y de la hondura y complejidad del amor:
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Extraña esta rosa de papel, vertida en los versos que la dibujan. Parece nacida en los límites del yo, cuando algo más grande y oculto que llamamos corazón es el que se abre y se vive a sí mismo como encuentro que nos transforma, como si esa realidad fuera su íntima vocación sin nombre. Nacer para el tú, por ti, contigo. Como si algo profundo en nosotros mismos sólo encontrara su sentido en ese preciso encuentro, en ese tú. Allí donde el amante descubre que todo lo demás carece de sentido: cifras, símbolos, roles, estatus, poder, el lenguaje muerto de las costumbres en la tierra baldía de lo cotidiano. El amor contra el amor de contrato y vacío, de dos soledades que sencillamente se juntan sin mezclarse en una mutua asfixia. Sólo se es de verdad cuando se ama, parece cantar la pasión dentro de nosotros, como si la vida fuera sólo auténtica en su danza que rompe el destino, rompe el límite que nos encierra en nosotros mismos.
En el contacto de su materia y tu vida –parafraseando al poeta- “el estado naciente” del que hablaba Alberoni y que tenía el mismo misterio que las revoluciones sociales y solidarias.
Extraña esta rosa de papel y verso, como es extraña nuestra otra historia, la historia del corazón abierto y sensitivo, que descubre y se descubre en ese tú que le habla en otro lenguaje a sus mismas profundidades y abismos. La historia de nuestra dimensión amorosa, la historia en la que vivimos a corazón abierto. El amor vertido en horas de anhelo, de fuego. Salvaje en su fragilidad contra la nada, contra la negación del amor mismo. El encuentro que parece despertarnos de nuestra propia ausencia. El naufrago que llega a la orilla cálida y desconocida a escribir las caligrafías de su prendimiento… ¡y es tan hermosa y tan terrible esa sangre florida!, maldecida por horas de soledad, de abandono, de destierros.